En primer lugar, somos una Iglesia que va hacia adelante, y que el Santo Padre descrito de esta manera: “En lugar de ser solamente una Iglesia que acoge y recibe, manteniendo sus puertas abiertas, busquemos más bien ser una Iglesia que encuentra caminos nuevos, capaz de salir de sí misma yendo hacia el que no la frecuenta, hacia el que se marchó de ella, hacia el indiferente. El que abandonó la Iglesia a veces lo hizo por razones que, si se entienden y valoran bien, pueden ser el inicio de un retorno. Pero es necesario tener audacia y valor”
En segundo lugar, la comunidad de discípulos misioneros da el primer paso: manifiesta iniciativa. El Papa Francisco nos invita a ser “imitadores de Dios” siendo previsores. Dios toma la iniciativa con nosotros, y nos llama a hacer lo mismo con quienes están en las periferias. El término primerear aferra esta idea. Debemos ser más proactivos que reactivos. Debemos ser emprendedores espirituales de Cristo.
En tercer lugar, la comunidad evangelizadora está implicada o comprometida con sus miembros. La mayoría de los fieles son claramente los laicos católicos que han sido hechos sacerdotes, profetas y reyes por medio del bautismo. Ellos tienen talentos y conocimientos para ofrecer a la Iglesia y el mundo. Los obispos y los sacerdotes tienen la tarea de animar su vocación. Desafortunadamente, muchos, incluyendo Latinos, a veces se quedan como simples espectadores.
En cuarto lugar, una comunidad de discípulos misioneros acompaña a los otros. Hablando en Asís, el Papa Francisco dijo:
“Lo repito a menudo: caminar con nuestro pueblo, a veces delante, a veces en medio y a veces detrás: delante, para guiar a la comunidad; en medio, para alentarla y sostenerla; detrás, para mantenerla unida y que nadie se quede demasiado atrás, para mantenerla unida”.
Acompañamiento implica guiar, alentar y apoyar, y unir. La Iglesia que activamente hace ésto, es una Iglesia sinodal – una Iglesia en la que todos caminan juntos… Cuando acompañamos a otros, aprendemos el arte del diálogo. Vivimos en una época de cambio de época. Nosotros, los que anunciamos el Evangelio, no podemos evangelizar descuidando las nuevas fuerzas que trabajan afectando a las nuevas generaciones que tienen sus propias expectativas y aspiraciones, incluidos aquellos que vienen a este país.
En quinto lugar, la comunidad evangelizadora es fructífera. En el párrafo 24 de Evangelii Gaudium, el Santo Padre, refiriéndose a la parábola del trigo y la cizaña, escribe:
“La comunidad evangelizadora siempre está atenta a los frutos, porque el Señor la quiere fecunda. Cuida el trigo y no pierde la paz por la cizaña. El sembrador, cuando ve despuntar la cizaña en medio del trigo, no tiene reacciones quejosas ni alarmistas. Encuentra la manera de que la Palabra se encarne en una situación concreta y dé frutos de vida nueva, aunque en apariencia sean imperfectos o inacabados”
La fecundidad exige discernimiento y paciencia. La tarea fundamental es el discernimiento. La parábola del trigo y la cizaña habla de distinguir lo que es del Hijo del Hombre, que siembra la buena semilla, los hijos de Dios, de aquello que es el campo de las malas hierbas, los hijos del maligno, sembradas por el diablo. Zizania, es la palabra griega usada para designar a las malas hierbas, refiriéndose específicamente al ballico. La cizaña se parece al trigo cuando comienza a crecer, pero sólo cuando está maduro puede uno discernir la diferencia.
Jesús advierte a sus discípulos la necesidad de ser pacientes y de discernir, porque las cosas no siempre son inicialmente claras. Mientras que los agricultores disciernen entre el trigo y las malas hierbas, la Iglesia abraza a las personas que tienen la posibilidad de responder a la iniciativa divina y que, por la gracia, pueden transformarse de pecadoras en santas, de malezas en trigo. Siguiendo el ejemplo de Jesús, intentamos ser pacientes. La paciencia en el arte del discernimiento y del acompañamiento permite que toda la Iglesia avance hacia adelante.
El Papa Francisco ve la paciencia como un signo de santidad: “Yo asocio frecuentemente la santidad a la paciencia: no sólo la paciencia como hypomoné, hacerse cargo de los sucesos y las circunstancias de la vida, sino también como constancia para seguir hacia delante día a día. Esta es la santidad de la Iglesia militante de la que habla el mismo san Ignacio.”
La característica final de una comunidad evangelizadora es la alegría. Celebra incluso las pequeñas victorias en la obra de evangelización (cf. EG, 24). La alegría es la más grande experiencia de la Iglesia que camina hacia adelante. La Eucaristía es fuente y culmen de toda la vida de la Iglesia. Y la Eucaristía es el Sacramento que alimenta la alegría cristiana.
Es el signo sacramental más fuerte del Señorío Pascual de Cristo, que recuerda su victoria sobre el pecado y la muerte. En la Eucaristía, Cristo está entre nosotros. La alegría que Él nos a ha obtenido, es preservada y compartida. Alegría de la Eucaristía que ni es superficial ni es descolorida como la alegría que ofrecen los placeres de este mundo. La alegría de la Eucaristía es una alegría duradera. La alegría es fruto del Espíritu Santo que Jesús comunicó a los apóstoles la noche del Domingo de Pascua, cuando se regocijaron al ver al Señor resucitado.
El Papa Francisco tiene el sueño de una Iglesia misionera– que salga a las periferias existenciales y espirituales. En Evangelii Gaudium señala las características de esta Iglesia misionera. Es una que va hacia adelante; que toma la iniciativa; que participa y acompaña a otros, mostrando frutos de paciencia y, en última instancia, ofrece al mundo la alegría en la Persona de Jesús que viene a nosotros en la Palabra y el Sacramento. Las características de una comunidad evangelizadora se modelan siguiendo la vida y Ministerio de Jesús, el Divino Maestro. Nosotros somos sus discípulos llamados a ser misioneros alegres en las periferias de nuestro mundo.
Mi sincera esperanza es que, al reunirnos estos días, podamos ser la Iglesia que Cristo quiere que seamos – con Él al centro de nuestras vidas, nuestras conversaciones y nuestro Ministerio, seguros de la Santa Virgen de Guadalupe, acompañándonos e intercediendo por nosotros, podremos siempre avanzar en esperanza, dando a conocer la alegría del Evangelio.