Cada año, la Iglesia nos ofrece la época de Cuaresma como una invitación para emprender un viaje de arrepentimiento y renovación. Comenzamos nuestro viaje el Miércoles de Ceniza. Aunque no es un Día de Precepto, las liturgias del Miércoles de Ceniza se encuentran entre las más populares y concurridas de todo el año. Resuena con un profundo anhelo y reconocimiento de que necesitamos volver a encaminarnos por el buen camino.
Cuando nos imponen las cenizas, recordamos nuestra propia mortalidad. “Acuérdate que polvo eres y en polvo te has de convertir.” Estamos llamados a arrepentirnos y creer en la Buena Nueva: Dios nos ama. Él envió a su Hijo Jesús a sufrir y morir por nosotros. Ha resucitado de la muerte y comparte su vida con nosotros. Este es el corazón del Evangelio. La Cuaresma vuelve a centrar nuestra atención en este mensaje de salvación, esta buena noticia.
Desde los primeros siglos cristianos, la Cuaresma fue la época de la preparación final y la purificación de hombres, mujeres y familias que se preparaban para el bautismo. Incluso hoy, el Primer Domingo de Cuaresma en nuestra catedral y en catedrales de todo el mundo, los catecúmenos y candidatos participarán en el
Rito de Elección y Llamado a la Conversión Continua en preparación para la celebración del Bautismo y los demás Sacramentos de Iniciación en la Vigilia Pascual.
En siglos posteriores, la Cuaresma se convirtió en una época de observancia especial para todos los miembros de la Iglesia que acompañaron a los catecúmenos con sus oraciones y se prepararon para renovar sus propias promesas bautismales en la Pascua. Este es el rico significado y el objetivo del viaje a través de la Cuaresma aún hoy.
Comenzamos el viaje de Cuaresma cuando nos imponen las cenizas el Miércoles de Ceniza. El viaje lleva a la gloriosa celebración de nuestra victoria sobre el pecado durante el Triduo Pascual. Compartimos el viaje pascual de Jesús a través de la muerte hacia una nueva vida. La Cuaresma es una época de arrepentimiento durante el cual reconocemos nuestros pecados, buscamos misericordia y oramos por un cambio de corazón.
Desafortunadamente, a veces nos satisfacemos con gestos nominales y superficiales durante la Cuaresma. El Señor nos ofrece más. La verdadera gracia de la Cuaresma nos invita a un arrepentimiento profundo y un reordenamiento de todo lo que está desordenado y distorsionado por el pecado en nuestras vidas.
En el Evangelio para la Misa del Miércoles de Ceniza, Jesús nos desafía a asegurarnos de que nuestras celebraciones religiosas fluyan desde una disposición interior del corazón que busca complacer a Dios en lugar de impresionar a los demás: “Tengan cuidado de no practicar sus obras de piedad delante de los hombres para que los vean.” Nuestras celebraciones de Cuaresma deben tener tanto una cualidad interna como una expresión externa.
En ese mismo Evangelio, Jesús cita las tres prácticas tradicionales de la época de Cuaresma: oración, ayuno y limosna. Estas prácticas son válidas para los cristianos de todas las épocas. Podemos ser creativos en cómo los usamos, pero es importante que nuestras observancias de Cuaresma involucren algún aspecto de los tres.
El ayuno es una forma de expresar nuestra oración corporal mientras buscamos liberarnos de los apetitos autocomplacientes. Estamos obligados a ayunar y abstenernos de la carne en ciertos días de Cuaresma. Pero, el ayuno puede ser más. Podemos ayunar o abstenernos de otras comodidades y hábitos de distracción como las redes sociales, la televisión, etc. La abnegación en cualquier forma que nos ayude a crecer en libertad interior. Alejarse del pecado y buscar el perdón a través del Sacramento de la Penitencia es un elemento fundamental de la preparación de la Cuaresma para la Pascua.
La oración es lo que le da a nuestro ayuno y otras obras de penitencia una verdadera calidad interior. Muchas personas, familias y parroquias tienen sus costumbres especiales de Cuaresma. Las Estaciones de la Cruz tradicionales los viernes son una forma probada y verdadera de acompañar al Señor en el viaje de su amarga pasión y adentrarse profundamente en el misterio del amor de Dios por nosotros.
Leer y orar con las Escrituras, especialmente las lecturas litúrgicas de cada día, puede hacer de este un tiempo de gracia profundamente rico. Considerar la Palabra de Dios y darle una respuesta desde los más profundo de nuestro corazón debería tener un lugar de orgullo como forma de oración. Algunos también se comprometen a asistir a Misas entre semana con más frecuencia.
Dar limosna es importante para que nuestros ejercicios espirituales no nos dejen absortos en sí mismos, sino que nos ayuden a alcanzar a otros con misericordia. El viaje a través de la Cuaresma nos da la oportunidad de expresar nuestro arrepentimiento al abrir nuestros corazones tanto al Señor como a nuestros hermanos y hermanas, especialmente a los pobres. Separar algo para los pobres, como fruto de nuestra propia abnegación, es una forma importante de combinar las disciplinas del ayuno y la limosna.
El Plato de Arroz CRS es una ayuda práctica para familias, parroquias, aulas e individuos para ayudarnos a practicar la limosna. Incluso hay materiales catequéticos y una aplicación móvil para el Arroz. (Encuentren más información en www.crsespanol.org/plato-de-arroz-de-crs/).
Practicar las obras de misericordia corporales y espirituales puede guiar nuestra práctica cuaresmal y hacerla aún más fructífera. Visitar a los enfermos, los confinados en el hogar o los encarcelados, el voluntariado para ayudar a alimentar a los hambrientos o conducir una campaña de ropa en la comunidad son algunas de las muchas maneras en que nos invitan a entrar plenamente en la época de la Cuaresma y experimentar un cambio de corazón profundo y duradero.
Las formas de observar la Cuaresma pueden ser tan variadas como creativas. No obstante, la Iglesia pide que tengamos en cuenta la grave obligación de abstenernos de comer carne los viernes de Cuaresma y ayunar y abstenernos el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo.
Algunos de nosotros somos procrastinadores. Podemos esperar hasta que la Cuaresma esté por terminar antes de comenzar. Ahora es el momento de decidir en oración cómo el Señor nos está llamando a observar esta época. ¿Cuáles son los pecados que necesitamos desarraigar de nuestras vidas? ¿Cuáles son las virtudes que necesitamos cultivar? ¿Cuáles son los pasos que debemos seguir para hacer realidad estos deseos? Comience con estas preguntas y formule un plan simple y realista.
La Cuaresma es un viaje compartido de fe. Oremos los unos por los otros.