Es muy común que, para referirse a las cosas sobre las cuales se tiene un interés intenso, las personas digan que eso “les apasiona”. Alguien puede ser apasionado del golf, la comida, el equipo de basquetbol de Oklahoma o el ejercicio. Y para todas esas pasiones, siempre existe algo más profundo dentro de nosotros que nos mueve a la acción.
Algunas veces, una pasión nos mueve a actuar de una manera que puede parecer extremadamente fuera de proporción. ¡Supongo que yo me he convertido en un apasionado del Camino de Santiago!, dado que lo he caminado cinco veces. Quizá a ustedes les ha pasado algo igual: su pasión los mueve a hacer algo con un enfoque tan intenso que sus familiares y amigos los miran incrédulos y piensan, “¿por qué pasa tanto tiempo haciendo eso?”
La respuesta, por supuesto, se encuentra en la naturaleza de la pasión. La palabra misma implica estar “fuera de control”. Una persona con alguna pasión es en realidad pasiva, y es la pasión la que actúa en él o ella. La pasión, entonces, implica sufrimiento: porque la pasión que nos mueve a una actividad tan intensa tiene su costo.
A las últimas dos semanas de Cuaresma se les llama las semanas de la pasión, por esa misma razón. ¡La pasión de Dios es por nosotros! Lo expresa Jesús en el Evangelio a través del versículo tan conocido: “porque tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no se pierda, sino que tenga vida eterna” (Jn 3,16).
El resultado del amor apasionado de Dios por nosotros es el don de su Hijo, no solo en su encarnación, sino especialmente en su crucifixión, como nos lo recuerda San Pablo: “El que no perdonó ni a su propio Hijo, antes bien le entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará con él graciosamente todas las cosas?” (Rom 8,32).
El amor apasionado de Dios por el mundo, por ti y por mí, apunta de manera definitiva a una sola cosa, la cruz. Por lo tanto, la cruz debe tener un lugar especial en nuestra alabanza y nuestras vidas durante estas semanas finales de la Cuaresma.
San Juan Pablo II nos habla de la necesidad de la cruz en su carta apostólica sobre “El significado cristiano del sufrimiento humano” (Salvifici Doloris), cuando escribe: “Cristo va hacia su pasión y muerte con toda la conciencia de la misión que ha de realizar de este modo… Precisamente por medio de su cruz debe tocar las raíces del mal, plantadas en la historia del hombre y en las almas humanas. Precisamente por medio de su cruz debe cumplir la obra de la salvación. Esta obra, en el designio del amor eterno, tiene un carácter redentor.” (16)
La práctica tradicional de cubrir o velar las imágenes de Nuestro Señor y de los santos durante las últimas semanas de Cuaresma, viene de Juan 12,36, “Dicho esto, se marchó Jesús y se ocultó de su vista”. Cuando llega el Viernes Santo, la imagen de la cruz se encuentra sola, como signo del amor apasionado de Dios por nosotros.
¿Cómo debemos responder a este amor apasionado de Dios?
Estamos invitados a hacer nuestra la pasión de Cristo, uniendo nuestras pasiones y sufrimientos a los suyos. Observar las semanas de la pasión no consiste solamente en ir a la Iglesia el Domingo de Ramos, recoger nuestras palmas y caminar en la procesión. No se trata solamente de ir a besar la cruz el Viernes Santo. Estos rituales litúrgicos deberían motivarnos a reflexionar ¿hacia quién o hacia qué soy apasionado como resultado de ver la pasión de Dios por mí?
Nuestras pasiones terrenales pueden convertirse en las palmas que dan la bienvenida al Rey de la Gloria, en vez de una expresión de orgullo personal. Nuestros sufrimientos terrenales pueden convertirse en fuentes que brotan del Árbol de la Vida que afirma nuestra esperanza en la Resurrección.
Unamos nuestra pasión a la pasión de Dios, nuestros sufrimientos a los sufrimientos de Cristo y, de esa manera, las palabras de San Juan Pablo II resonarán en nuestros corazones, “La elocuencia de la cruz y de la muerte es completada, no obstante, por la elocuencia de la resurrección.” (Salvifici Doloris, 20)
¡Apasiónense de su fe católica! Aprovechen la oportunidad de participar en los servicios litúrgicos de las últimas semanas de Cuaresma este año en su parroquia. El Domingo de Ramos, el Jueves Santo y el Viernes Santo tienen su lugar en el camino hacia el Domingo de Resurrección.
Misas/servicios de Semana Santa en la Catedral de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro 3214 N. Lake Ave. en Oklahoma City.
2 de abril - Misa del Domingo de Ramos, 10 a.m. 4 de abril - Misa Crismal, 6 p.m. 6 de abril - Misa de la Cena del Señor, 7 p.m. 7 de abril - Pasión del Señor, 19 h. 8 de abril - Vigilia Pascual, 20.30 h.
Consulte los sitios web de la parroquia y las redes sociales los horarios de las Misas de Pascua.