El origen del movimiento “Black Lives Matter” (Las vidas de las personas negras importan) fue la indignación moral por los malos tratos que sufren jóvenes negros a manos de policías. Sin lugar a duda, la gota que derramó el vaso fue la impactante muerte de George Floyd en mayo pasado en Minneapolis. Su muerte ha provocado protestas pacíficas exigiendo justicia, así como también actos de violencia destructiva en ciudades de todo el mundo.
Parece que estas protestas no van a terminar pronto. El enfoque de muchos de los activistas se ha expandido y ahora incluye el trato a mujeres negras como Breonna Taylor, quien murió a manos de la policía de Louisville en su propio departamento.
El movimiento ha crecido y adquirido vida propia, destacando las profundas raíces de la injusticia racial y los efectos del racismo en la sociedad. Las vidas de personas negras importan. ¿Cuáles vidas? Las vidas de todas las personas negras: hombres, mujeres, niños y niños no nacidos.
Un fenómeno controversial asociado con la indignación actual sobre las injusticias raciales y sociales es la llamada “cultura de la cancelación”. Se trata de un esfuerzo por reescribir la historia, para así remover toda memoria histórica de eventos y personas que pudieran incomodar y ofender las sensibilidades actuales. Lo hemos visto en el derrocamiento de estatuas de generales confederados y presidentes que tuvieron esclavos. Incluso removiendo los nombres de santos como San Junípero Serra y figuras literarias católicas como Frannery O’Connor, de edificios públicos porque supuestamente tenían actitudes o llevaron a cabo acciones racistas. El gobierno ejercido por multitudes haciendo marchas es riesgoso, y es un camino peligroso de seguir. Sin embargo, parece ser el camino que la cultura de las protestas ha decidido seguir.
La fuerza del deseo de cancelar toda memoria ofensiva ha sorprendido a muchos (incluso a mí) especialmente cuando me entero de que Planned Parenthood de New York decidió remover el nombre de su “santa patrona”, Margaret Sanger, de la clínica de abortos en Manhattan. Margaret Sanger fue la fundadora de lo que posteriormente se convirtió en Planned Parenthood y una activista y pionera en el tema del control natal.
Lo que Planned Parenthood, y todos aquellos que comparten su ideario de promover la distribución masiva de contraceptivos y el acceso a clínicas de abortos, nunca ha querido admitir, son las actitudes racistas de Sanger y el uso de la eugenesia para lograrlo. La eugenesia es la práctica de la selección de razas humanas esterilizando o estableciendo control natal en ciertos grupos para mejorar la composición genética. Margaret Sanger escribió en 1922, “estamos pagando, e incluso sometiéndonos a las exigencias de una clase de personas humanas que está en crecimiento y que nunca debió haber nacido”.
La visión eugenista de Margaret Sanger ha servido para hacer de comunidades negras el objetivo principal de Planned Parenthood con consecuencias devastadoras. Cuando Roe versus Wade fue aprobado, las encuestas afirmaban que las comunidades negras eran menos propensas a apoyar el aborto. Hoy en día, el Instituto Guttmacher afirma que el número de abortos de mujeres negras es cinco veces más alto que el de mujeres blancas. En New York, es mayor el número de bebés negros que son abortados que el número de bebés negros que nacen.
Podríamos también nombrar el número desproporcionado de negros que están encarcelados o están esperando su ejecución por pena de muerte. El número tan alto de encarcelamientos tiene como consecuencia el colapso de matrimonios estables y niños que son criados sin la presencia de sus padres. El movimiento “Black Lives Matter” (Las vidas de las personas negras importa) tiene razón al denunciar la injusticia en casos de mala conducta policiaca contra hombres y mujeres negras. Sin embargo, esto es solo el principio de lo que sería un justo reclamo en favor de la dignidad de los hombres, mujeres y niños negros, los cuales tienen una dignidad inalienable dada por Dios que nos ha hecho a todos a su imagen y semejanza, y no una dignidad como la que pueden otorgar los gobiernos o movimientos.
Dios quiere que todos sus hijos prosperen. Es responsabilidad del gobierno y la sociedad civil, incluyendo la Iglesia, el crear las condiciones necesarias para que las familias y los individuos puedan lograrlo.