En 1863, el presidente Abraham Lincoln declaró que el Día Nacional de Acción de Gracias debería ser observado el último jueves del mes de noviembre en todos los Estados Unidos. Los precedentes de dicha celebración van mucho más atrás en la historia.
Celebramos el Día de Acción de Gracias como nación tomando el tiempo de dar gracias y expresar nuestra gratitud por las cosas buenas que hemos recibido: nuestra vida, nuestra familia, nuestros amigos, nuestra libertad y, como católicos, nuestra fe. En este día, todos los años, todas las personas del país, sin importar las divisiones políticas, sociales o económicas nos unimos para dar gracias.
Para nosotros como cristianos, sin embargo, la gratitud por las bendiciones que hemos recibido no debería estar confinada a un solo día en noviembre.
San Pablo nos exhorta a “estar siempre alegres, orar constantemente y dar gracias por todo, pues esto es lo que Dios, en Cristo Jesús, quiere de nosotros” (1 Tes 6,16-18). Y en otro lugar nos dice, “no se inquieten por cosa alguna; antes bien, en toda ocasión, presenten a Dios sus peticiones, mediante la oración y la súplica, acompañadas de la acción de gracias” (Fil 4,6).
La Sagrada Escritura claramente da testimonio de que la gratitud es una obligación diaria de aquellos que siguen a Cristo. La actitud que tenemos en el Día de Acción de Gracias, en el cual recordamos las bendiciones que hemos recibido, debería ser la misma que tenemos todos los días de nuestra vida, en cualquier circunstancia que nos encontremos. Esto representa un reto para todos nosotros: ¿Cómo puedo desarrollar este sentido de gratitud con el que estoy llamado a vivir de manera constante como discípulo cristiano? Quisiera ofrecer dos maneras sencillas con las cuales podemos desarrollar de mejor manera la virtud de la acción de gracias o la gratitud en nuestras vidas espirituales.
La primera es hacer una examinación diaria en nuestras vidas. Al final de su día, antes de irse a la cama, dedique un poco de tiempo a mirar su día. Hágalo hora por hora y recuerde los eventos del día. Al hacerlo, busque en su memoria las maneras en que el Señor obró en su vida. Ya sea mediante una buena conversación con un amigo o una hermosa puesta de sol en Oklahoma o alguna palabra en particular que recibió del Señor mientras oraba con la Sagrada Escritura.
Dios nos bendice constantemente. Es posible ver la mano de Dios invitándonos a acercarnos a Él, en todo lo que pasa en nuestras vidas. Este hábito diario de examinar en oración las maneras en que Dios ha estado presente y activo en nuestras vidas, abrirá nuestros corazones a reconocerlo de manera más clara. Desarrollará también un mayor sentido de asombro y gratitud en nuestra vida diaria.
En la Sagrada Escritura, encontramos una segunda cosa que podemos hacer para desarrollar el sentido de agradecimiento. En el Salmo 116 oramos: “¿Cómo pagar a Yahvé todo el bien que me ha hecho?... Ofreceré sacrificio de acción de gracias e invocaré el nombre del Señor” (Sal 116, 12,17). Cuando fui ordenado sacerdote, mis padres me dieron un hermoso cáliz como regalo de ordenación. El cáliz tenía esas palabras grabadas como recordatorio de ser siempre agradecido.
Eucaristía significa acción de gracias. La celebración de la Eucaristía es la “fuente y culmen de la vida cristiana” (Lumen Gentium 11). Todos los días en la Misa, los fieles cristianos a lo largo y ancho del mundo se reúnen a celebrar la Eucaristía y participar en el sacrificio de Jesús en la Cruz. ¿Qué mejor manera de cultivar un corazón eucarístico, un corazón lleno de gratitud, que participar frecuentemente en el Misterio Pascual de Cristo que nos trae la salvación?
Durante el tiempo del Avivamiento Eucarístico nacional, les conmino a participar de la Misa diaria cuando sea posible. Si no le es posible asistir a Misa diaria, le invito a profundizar en su apreciación participando activamente en la Misa de Domingo. Si crecemos en nuestra apreciación de la Eucaristía, creceremos juntos como Cuerpo de Cristo, y cumpliremos nuestro llamado cristiano de vivir y ofrecer nuestras vidas en acción de gracias a Dios por Cristo, con Él y en Él.