El pasado viernes 5 de noviembre, por la noche, el Señor bendijo a la Arquidiócesis de Oklahoma City con 27 nuevos diáconos. La hermosa ordenación solemne de tantos diáconos permanentes en la Catedral de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro fue motivo de celebración, no solo para estos hombres y sus familias, sino también para las parroquias y ministerios en los que servirán en toda nuestra arquidiócesis. Fue una clara evidencia de que el Señor continúa llamándonos a cada uno de nosotros a poner nuestros dones al servicio de los demás y así edificar el Cuerpo de Cristo.
Todos los bautizados están llamados a la santidad, a ser santos. La mayoría están llamados a buscar la santidad en el matrimonio. Pero, algunos están llamados a una vida de servicio especial en la Iglesia como ministros ordenados o mediante el testimonio de vida consagrada como religiosas, religiosos o vírgenes consagradas.
La reciente ordenación de muchos de nuestros hermanos al diaconado permanente es un comienzo apropiado para la Semana Nacional de Conciencia Vocacional, que la Iglesia celebra cada año durante toda la primera semana de noviembre (del 7 al 13 de noviembre). La semana se centra en la importancia de fomentar activamente las vocaciones al sacerdocio, el diaconado y la vida consagrada a través de la oración, la promoción y la educación.
Incluso aunque hemos ordenado a estos nuevos diáconos, ya estamos trabajando con el próximo grupo de 24 candidatos que se sienten llamados por Dios al ministerio diaconal. Les agradezco su generosidad. Además, actualmente contamos con 20 seminaristas en diversas etapas de formación que disciernen la llamada de Dios y se preparan para ofrecer su vida al servicio de la Iglesia como sacerdotes. Además de trabajar con hombres que disciernen el sacerdocio y el diaconado, acompañamos a las mujeres jóvenes a discernir si Dios las está llamando a la vida consagrada. En nuestra cultura cada vez más secular, se requiere valor para considerar tales compromisos.
Basándome en el correo que llega regularmente a mi escritorio o llena mi bandeja de entrada, Yo diría que la mayoría de las personas rara vez ponen mucha atención en la procedencia de los sacerdotes, diáconos y religiosos que sirven a sus parroquias. Nosotros estamos agradecidos por ellos, sí. Pero siempre han estado ahí, y suponemos que siempre lo estarán. Hasta que no lo estén.
Existe la expectativa tácita de que siempre habrá alguien disponible para escuchar nuestra confesión, presenciar nuestra boda, predicar el Evangelio, oficiar en los funerales de los seres queridos, enseñar y transmitir la fe. Pero no es necesariamente así. Qué doloroso para una comunidad llorar el cierre de una parroquia que ha nutrido la fe durante generaciones porque no hay nadie a quien enviar.
¡Muchas de nuestras parroquias hoy permanecen abiertas solo por la generosidad de nuestros sacerdotes internacionales que han dejado sus propios países y han venido a Oklahoma para servir como misioneros! Estoy agradecido por ellos.
Los sacerdotes, diáconos y religiosos y religiosas provienen de hogares, familias y matrimonios como el suyo. ¡No caen del cielo ni crecen en los árboles! Estoy agradecido por mis padres, quienes a menudo me hacían sentir incómodo al hacerme la pregunta: "Paul, ¿alguna vez has pensado en convertirte en sacerdote?" No lo habría hecho, hasta que persistieron gentilmente en hacerlo parte de nuestras conversaciones familiares.
¿Qué estamos haciendo en nuestros hogares y parroquias para que las vocaciones formen parte de la conversación? ¿Rezamos por las vocaciones? ¿Hablamos bien de nuestros sacerdotes, de una manera que les recuerde a los niños que la vocación al sacerdocio o a la vida religiosa es algo que la familia apoyaría o de lo que se enorgullecería? ¿Incluimos sacerdotes en eventos familiares? Estas fueron las cosas que hicieron que el sacerdocio me pareciera atractivo en un momento susceptible en mi propia vida.
Durante esta Semana Nacional de Conciencia Vocacional (¡y mucho más allá!) Les insto a reflexionar sobre su propia actitud hacia las vocaciones. Recuerde a los sacerdotes, diáconos y religiosos que le han servido a lo largo de los años. Rece por ellos. Ciertamente no estamos exentos de fallas. Pero Dios elige a los débiles, y en nuestra debilidad se manifiesta su poder. Como dijo Santa Teresa de Calcuta, "Dios no elige a los capacitados, él capacita a los elegidos".