El profundo y desafiante significado de "Abbá"
Por Pedro A. Moreno, O.P.
Secretariado de Evangelización y Catequesis
Tengo la bendición de que mis hijas todavía me llamen papá, papi y otros títulos que no escribiré. Incluso algunas de las amigas de mis hijas me llaman "Papi". Sí, ser papá o papi es algo en lo que debemos reflexionar, especialmente desde que el mismo Jesús nos enseñó que el Padre es "Abbá", que significa papá, papito o papi.
"Abbá" es un término arameo único en el Nuevo Testamento griego. Es único en el hecho de que los traductores dejan la palabra tal como es; no nos dan un término equivalente en nuestro propio idioma. Simplemente nos dejan con "Abbá".
"Abbá" es una manera familiar e íntima de dirigirse a Dios como "Padre Nuestro". Manifiesta el intenso amor y la ternura de Dios como nuestro Padre. "Abbá" también expresa nuestra relación filial con Dios. ¡Esto es algo completamente nuevo! En el judaísmo, nadie pensaría hablarle a Dios de una manera tan familiar. Sería considerado irrespetuoso. Pero, lo encontramos tres veces en el Nuevo Testamento: Marcos 14:36; Romanos 8:15; y Gálatas 4: 6.
En Marcos 14:36, encontramos a Jesús hablándole a "Abbá" durante su agonía en el jardín de Getsemaní. En Romanos y Gálatas, encontramos cómo el Espíritu Santo nos lleva a esta intimidad y filial llena de amor al motivarnos a llamar a Dios diciendo "Abbá".
¿Podemos seguir la guía de Jesús, cerrar los ojos y en nuestros corazones que anhelan a Dios llamarlo diciendo "Papito Dios, te amo” o “Papá, te necesito” o “Papá, ¿siento haberte ofendido”? ¿Estamos bien con Dios como un padre tierno, amoroso, lleno de alegría y sonriente que quiere asegurarse de que nunca olvidemos lo mucho que nos ama? Espero que estemos bien con esto porque esta es exactamente la intimidad filial con el Padre a la que Jesús nos está guiando.
El 23 de mayo de 2012, el Papa Benedicto XVI, en su audiencia del miércoles, nos dio una visión profunda sobre "Abbá".
“Ciertamente, nuestro ser hijos de Dios no tiene la plenitud de Jesús: nosotros debemos llegar a serlo cada vez más, a lo largo del camino de toda nuestra existencia cristiana, creciendo en el seguimiento de Cristo, en la comunión con él para entrar cada vez más íntimamente en la relación de amor con Dios Padre, que sostiene la nuestra. Esta realidad fundamental se nos revela cuando nos abrimos al Espíritu Santo y él nos hace dirigirnos a Dios diciéndole ‘¡Abbá, Padre!’.”
El Catecismo, en el párrafo 2766 también nos habla de "Abbá".
"Como en toda oración vocal, el Espíritu Santo, a través de la Palabra de Dios, enseña a los hijos de Dios a hablar con su Padre. Jesús no sólo nos enseña las palabras de la oración filial, sino que nos da también el Espíritu por el que estas se hacen en nosotros ‘espíritu y vida’. Más todavía: la prueba y la posibilidad de nuestra oración filial es que el Padre ‘ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama: ¡Abbá, Padre!'”
Mi oración es que todos podamos estar de acuerdo en que nuestro Padre celestial es el mejor padre de todos.