Las palabras de despedida tienen importancia, especialmente cuando podrían ser el intercambio final entre amigos en esta vida.
Recientemente hemos recordado las palabras de despedida de Jesús a sus Apóstoles en las lecturas del Evangelio de las solemnidades de la Ascensión y de la Santísima Trinidad. Jesús encargó a sus discípulos que difundieran la Buena Nueva a todas las naciones, diciendo: "Vayan, pues, y hagan discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo les he mandado. Y he aquí que yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo" (Mateo 28, 19-20).
Estas palabras tan familiares no se dirigen sólo a los 12, sino a todos los bautizados. Estamos llamados tanto a ser discípulos como a hacer discípulos.
Este encargo nos convoca a ser heraldos de la Buena Nueva en nuestra vida diaria, dando testimonio del mensaje salvador de Jesucristo. Estamos llamados a ser discípulos, y a hacer discípulos de todos los pueblos enseñándoles a vivir la plenitud del Evangelio que Jesús reveló a Sus Apóstoles.
Esta misión trasciende el tiempo, las fronteras geográficas y las diferencias culturales, uniéndonos en la misión común de compartir la luz de la fe y la verdad salvadora del Evangelio con quienes nos rodean. Esta misión no es sólo un deber de sacerdotes y obispos, sino que es responsabilidad de cada católico bautizado y confirmado.
Escribí las siguientes palabras en mi carta pastoral del 2019, “Vayan y hagan discípulos: construyendo una cultura de conversión y discipulado”:
“Hago un llamado a nosotros como arquidiócesis y como Cuerpo de Cristo a un compromiso renovado con un discipulado auténtico. Damos gracias por la abundante cosecha que Dios ha producido en nuestra arquidiócesis. Es mi oración que sigamos avanzando en una dirección que dé abundante fruto en los próximos años, incluso ‘treinta, sesenta y ciento por uno’. ¡Los llamo a ser discípulos y a hacer discípulos! ¡Por eso estamos aquí! Ésta es nuestra misión”.
En los cinco años transcurridos desde la publicación de aquella carta pastoral, hemos sido testigos de grandes frutos. Doy gracias a Dios por las bendiciones que hemos recibido gracias a la colaboración de tantas personas, por su firme testimonio de Jesucristo a través de sus palabras y acciones en sus hogares, parroquias, lugares de trabajo y comunidades.
La invitación a participar en esta misión apostólica debería ser para humillarnos a nosotros mismos. Debemos evitar la complacencia. Después de todo, es la obra del Señor en la que hemos sido invitados a compartir poniendo nuestros dones al servicio de los demás.
Es el deseo del Señor que todos acojamos con generosidad el llamado a servir en el campo misionero que se nos ha asignado. Nuestro campo misionero puede ser el hogar, entre nuestros amigos o en nuestro lugar de trabajo. Todos estamos llamados a ser discípulos misioneros.
Hay que admitir que este es un deber que muchos católicos pueden afrontar con desgana debido al miedo, al sentimiento de no estar bien equipados o al sentimiento de indignidad. Acoger el llamado a vivir el Evangelio y compartir la Buena Nueva de Jesucristo requiere valentía y confianza en la guía divina.
Debemos recordar que todo acto de testimonio personal o de servicio apostólico, y toda conversación que haga avanzar el Reino, por pequeña que sea, comienza con la gracia de Dios y sólo da fruto con nuestra cooperación. Superar nuestras dudas personales nos permite crecer en la fe y permite a los demás experimentar el amor misericordioso de Dios.
Para apoyarnos mutuamente en este esfuerzo, la Arquidiócesis de Oklahoma City organiza cada año la Conferencia de Discipulado. La Conferencia de Discipulado 2024, reunirá a oradores católicos dinámicos y llenos de fe como Edward Sri, Hilary Draftz, Andre Regnier y el Padre Ernesto Maria Caro para guiar a los participantes a través de un día de inspiración y transformación.
Además de las presentaciones magistrales y de trabajo, este evento de un día completo presenta exhibiciones, música y liturgia que celebran la profundidad y belleza de nuestra fe católica.
Esperamos que hasta 1.800 asistentes llenen el Centro de Convenciones de Oklahoma City el sábado 10 de agosto. Los animo a que me acompañen y nos unamos, independientemente de dónde se encuentren en su propio camino de fe.
Usted encontrará que la Conferencia de Discipulado es una oportunidad única para reunirse con católicos de todo Oklahoma que están listos para renovar su compromiso con Cristo y su misión.
Al dar los siguientes pasos en este camino de fe, recordemos las últimas palabras de Jesús en el pasaje del Evangelio que comienza esta columna –las palabras finales del Evangelio de San Mateo– “Y he aquí, yo estoy con ustedes todos los días, hasta que el fin del mundo”.