Cuando estudias la Biblia, estás recopilando información importante sobre nuestra fe. Cuando oras con la Biblia, Lectio Divina, estás creciendo en tu relación personal con Dios. Lo primero es útil. El segundo es esencial. Ambos se complementan.
En el párrafo 86 de la Exhortación Apostólica del Papa Benedicto XVI, Verbum Domini, esto es algo de lo que dice acerca de la lectura orante de las Sagradas Escrituras y la "lectio divina":
“El Sínodo ha vuelto a insistir más de una vez en la exigencia de un acercamiento orante al texto sagrado como factor fundamental de la vida espiritual de todo creyente, en los diferentes ministerios y estados de vida, con particular referencia a la lectio divina. En efecto, la Palabra de Dios está en la base de toda espiritualidad auténticamente cristiana. Con ello, los Padres sinodales han seguido la línea de lo que afirma la Constitución dogmática Dei Verbum: ‘Todos los fieles... acudan de buena gana al texto mismo: en la liturgia, tan llena del lenguaje de Dios; en la lectura espiritual, o bien en otras instituciones u otros medios, que para dicho fin se organizan hoy por todas partes con aprobación o por iniciativa de los Pastores de la Iglesia. Recuerden que a la lectura de la Sagrada Escritura debe acompañar la oración.’
“La reflexión conciliar pretendía retomar la gran tradición patrística, que ha recomendado siempre acercarse a la Escritura en el diálogo con Dios. Como dice san Agustín: ‘Tu oración es un coloquio con Dios. Cuando lees, Dios te habla; cuando oras, hablas tú a Dios». Orígenes, uno de los maestros en este modo de leer la Biblia, sostiene que entender las Escrituras requiere, más incluso que el estudio, la intimidad con Cristo y la oración. En efecto, está convencido de que la vía privilegiada para conocer a Dios es el amor, y que no se da una auténtica scientia Christi sin enamorarse de Él.’”
El estudio de la Sagrada Palabra de Dios está conectado a nuestro crecimiento en Cristo y como combustible para nuestras buenas obras de servicio y varias formas de ministerio. El Papa Pío XII nos dio las siguientes palabras de sabiduría hace aproximadamente 75 años en su encíclica Divino Afflante Spiritu, que promovió los estudios bíblicos y celebró la fiesta de San Jerónimo.
“Quien considerare aquellos enormes trabajos que la exégesis católica se ha echado sobre sí por casi dos mil años, para que la palabra de Dios concedida a los hombres por las Sagradas Letras se entienda cada día con más profundidad y perfección y sea más ardientemente amada, fácilmente se persuadirá de que a los fieles de Cristo, y sobre todo a los sacerdotes, incumbe la grave obligación de servirse abundante y santamente de este tesoro, acumulado durante tantos siglos por los más excelsos ingenios. Porque los sagrados libros no se los dio Dios a los hombres para satisfacer su curiosidad o para suministrarles materia de estudio e investigación, sino, como lo advierte el Apóstol, para que estos divinos oráculos nos pudieran instruir para la salud por la fe que es en Cristo Jesús y a fin de que el hombre de Dios fuese perfecto y estuviese apercibido para toda obra buena.”
Sí, el don de la Sagrada Escritura es una oportunidad para crecer en la fe, pero sobre todo, una oportunidad para crecer en el amor.