“En diversas ocasiones y bajo diferentes formas Dios habló a nuestros padres por medio de los profetas, hasta que en estos días, que son los últimos, nos habló a nosotros por medio del Hijo, a quien hizo destinatario de todo, ya que por él dispuso las edades del mundo. Él es el resplandor de la Gloria de Dios y la impronta de su ser. Él, cuya palabra poderosa mantiene el universo, también es el que purificó al mundo de sus pecados, y luego se sentó en los cielos, a la derecha del Dios de majestad. Ahora, pues, él está tanto más por encima de los ángeles cuanto más excelente es el Nombre que recibió.” (Hebreos 1, 1-4).
Estos son los primeros cuatro versículos de la divinamente inspirada Carta los Hebreos. No entraré en el debate sobre quién escribió esta carta. Definitivamente puedo afirmar que cuando lleguemos al cielo descubriremos quién fue este seguidor de San Pablo que fue elegido por Dios para recibir su divina inspiración para el contenido único de esta carta del Nuevo Testamento. Esta carta es un hermoso puente entre el Antiguo Testamento hasta el Nuevo y elocuentemente presenta a Jesucristo como nuestro nuevo Sumo Sacerdote con una Alianza superior y final.
De acuerdo con La Introducción a la Carta a los Hebreos, en la Biblia de Estudio “Ignatius Catholic Study Bible” Nuevo Testamento, Scott Hahn comparte con nosotros sobre el contenido de esta carta:
“… Se presume que la carta está dirigida a los judíos conversos, quienes, debido a la persecución desde afuera y las persistentes dudas desde el interior, estuvieron tentados a volver al judaísmo tradicional y su culto centrado en el templo. La epístola intenta disuadirlos enfatizando la incapacidad de la Antigua Alianza para liberarnos del pecado. Esto está en marcado contraste con la suficiencia absoluta de la Nueva Alianza para limpiar nuestras conciencias y llevarnos a la presencia de Dios a través de la mediación de la Alianza de Jesucristo”.
Aquí les ofrezco varios versos bíblicos que son fundamentales para una comprensión adecuada de la Carta a los Hebreos.
Hebreos 3, 12 habla a los conversos judíos que tienen dudas en su fe: “Cuidado, hermanos, que no haya entre ustedes alguien de mal corazón y tan incrédulo como para apartarse del Dios vivo.”.
Hebreos 10, 1-4, habla a los conversos judíos que querían regresar a los sacrificios de animales de los servicios del culto en el templo de acuerdo con la Ley Mosaica que ha sido reemplazada por Jesucristo: “La religión de la Ley contiene una sombra de los bienes por venir, pero no la verdadera figura de las cosas. Por eso no puede llevar a la perfección mediante los sacrificios a los que vuelven a ofrecerlos año tras año. De otro modo quedarían puros de una vez gracias a su culto; ya no se sentirían culpables de ningún pecado y dejarían de ofrecer sus sacrificios. Pero no, cada año estos sacrificios recuerdan sus pecados; es que la sangre de los toros y de los chivos no tiene valor para quitar los pecados.”.
Hebreos 9, 11-15, habla maravillosamente de Cristo como nuestro Sumo Sacerdote, “Cristo, en cambio, vino como el sumo sacerdote que nos consigue los nuevos dones de Dios, y entró en un santuario más noble y más perfecto, no hecho por hombres, es decir, que no es algo creado. Y no fue la sangre de chivos o de novillos la que le abrió el santuario, sino su propia sangre, cuando consiguió de una vez por todas la liberación definitiva. Pues si la sangre de chivos y de toros y la ceniza de ternera, con la que se rocía a los que tienen alguna culpa, les dan tal vez una santidad y pureza externa, con mucha mayor razón la sangre de Cristo, que se ofreció a Dios por el Espíritu eterno como víctima sin mancha, purificará nuestra conciencia de las obras de muerte, para que sirvamos al Dios vivo. Por eso Cristo es el mediador de un nuevo testamento o alianza. Por su muerte fueron redimidas las faltas cometidas bajo el régimen de la primera alianza, y así la promesa se cumple en los que Dios llama para la herencia eterna.”.
Esta carta nos bendice con una fuerte afirmación de nuestra necesidad de Cristo. Doy gracias a Dios por haber inspirado estas palabras y los dejo con algunos versículos del último capítulo de esta carta, capítulo 13: “Manténgase el amor fraterno. No dejen de practicar la hospitalidad, pues saben que algunos dieron alojamiento a ángeles sin saberlo. Acuérdense de los presos como si estuvieran con ellos en la cárcel, y de los que sufren, pues ustedes también tienen cuerpo. Que todos respeten el matrimonio y ninguno manche la unión conyugal. Dios castigará a los licenciosos y a los que cometen adulterio. No corran tras el dinero, sino más bien confórmense con lo que tienen, pues Dios ha dicho: Nunca te dejaré ni te abandonaré… Cristo Jesús permanece hoy como ayer y por la eternidad.”