Selecciones de la sección “Resumen” con algunos pensamientos personales.
Al final de cada sección principal del Catecismo de la Iglesia Católica, sus editores sabiamente nos ofrecieron una sección “Resumen” con los aspectos más destacados de esa sección. Cualquiera que intente obtener una visión general rápida de las enseñanzas de la Iglesia sobre un tema determinado miraría este “Resumen” y se actualizaría sobre esas verdades.
El resumen sobre la Eucaristía comienza con los fundamentos bíblicos del sexto capítulo del Evangelio de Juan y luego continúa con la forma en que este sacramento es tan esencial para nuestras vidas como discípulos de Cristo.
1406 Jesús dijo: “Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre [...] El que come mi Carne y bebe mi Sangre, tiene vida eterna [...] permanece en mí y yo en él” (Jn 6, 51.54.56).
1407 La Eucaristía es el corazón y la cumbre de la vida de la Iglesia, pues en ella Cristo asocia su Iglesia y todos sus miembros a su sacrificio de alabanza y acción de gracias ofrecido una vez por todas en la cruz a su Padre; por medio de este sacrificio derrama las gracias de la salvación sobre su Cuerpo, que es la Iglesia.
Nuestra celebración de la Eucaristía, la Misa, es un culto, un acto de adoración, dividido en dos partes: la Liturgia de la Palabra y la Liturgia de la Eucaristía. Esta es nuestra acción de gracias, donde el pan y el vino son consagrados por Cristo mismo, a través de su instrumento, el sacerdote. El Cuerpo y la Sangre de Cristo es nuestro alimento divino.
1412 Los signos esenciales del sacramento eucarístico son pan de trigo y vino de vid, sobre los cuales es invocada la bendición del Espíritu Santo y el presbítero pronuncia las palabras de la consagración dichas por Jesús en la última cena: “Esto es mi Cuerpo entregado por vosotros [...] Este es el cáliz de mi Sangre...”
1413 Por la consagración se realiza la transubstanciación del pan y del vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Bajo las especies consagradas del pan y del vino, Cristo mismo, vivo y glorioso, está presente de manera verdadera, real y substancial, con su Cuerpo, su Sangre, su alma y su divinidad (cf Concilio de Trento: DS 1640; 1651).
1414 En cuanto sacrificio, la Eucaristía es ofrecida también en reparación de los pecados de los vivos y los difuntos, y para obtener de Dios beneficios espirituales o temporales.
El Pan de Ángeles, la Eucaristía, cuando se recibe adecuadamente, nos fortalece con la vida y el amor de Dios que nos une a todos con Cristo y todo lo que se une a él. Compartimos en y a través de Cristo y el poder del Espíritu Santo, una unidad que solo se puede romper a través de la ignorancia y el pecado.
1415 El que quiere recibir a Cristo en la Comunión eucarística debe hallarse en estado de gracia. Si uno tiene conciencia de haber pecado mortalmente no debe acercarse a la Eucaristía sin haber recibido previamente la absolución en el sacramento de la Penitencia.
1416 La Sagrada Comunión del Cuerpo y de la Sangre de Cristo acrecienta la unión del comulgante con el Señor, le perdona los pecados veniales y lo preserva de pecados graves. Puesto que los lazos de caridad entre el comulgante y Cristo son reforzados, la recepción de este sacramento fortalece la unidad de la Iglesia, Cuerpo místico de Cristo.
1418 Puesto que Cristo mismo está presente en el Sacramento del Altar es preciso honrarlo con culto de adoración. “La visita al Santísimo Sacramento es una prueba de gratitud, un signo de amor y un deber de adoración hacia Cristo, nuestro Señor” (MF).
Vivir una vida eucarística de un intenso amor a Cristo exige un amor a cada uno de nuestros hermanos y hermanas en quienes Cristo está presente y con quienes compartimos nuestra comunión con Cristo. Este es un anticipo del cielo.
1419 Cristo, que pasó de este mundo al Padre, nos da en la Eucaristía la prenda de la gloria que tendremos junto a Él: la participación en el Santo Sacrificio nos identifica con su Corazón, sostiene nuestras fuerzas a lo largo del peregrinar de esta vida, nos hace desear la Vida eterna y nos une ya desde ahora a la Iglesia del cielo, a la Santa Virgen María y a todos los santos.
Visiten el sagrario, visiten a Jesús. Oren. Den gracias. Dile: “Te amo Señor. Ayúdame a amar a los demás. Amén.”