Al tiempo que nos acercamos como Iglesia a la celebración de la Semana Santa y otro Triduo Pascual, algunos podrían preguntarse lo que significa la Pascua en estos tiempos difíciles. La amenaza de una creciente guerra en Ucrania es una sombra sobre el mundo. La muerte nos amenaza de maneras inesperadas. ¿Puede la fe sostenernos aun frente a estos retos?
“¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado.” (Lc 24,6). Esta noticia maravillosa anunciada por los ángeles en la tumba a María Magdalena en la mañana de la Pascua y proclamada por los apóstoles e innumerables testigos a lo largo de la historia, es un resumen del corazón de la fe cristiana. “¡Cristo a ha resucitado, verdaderamente ha resucitado!” La muerte ha sido vencida.
Sin embargo, para poder experimentar esta maravillosa proclamación de la Buena Nueva, debemos vivirla personalmente. La proclamación pascual no es solamente información sobre el destino de Jesús. La información no salva. Solo un encuentro con la persona de Jesucristo tiene el poder de salvarnos. Sí, el Padre ha verdaderamente exaltado a Jesús resucitándolo por el poder del Espíritu Santo. Pero ¿qué significa eso para nosotros?
Jesús, el Hijo de Dios, se hizo hombre, sufrió, murió y resucitó precisamente “por nosotros los hombres y por nuestra salvación”, como decimos en el credo niceno. Entregó su vida por nosotros, por ti y por mí, para revelarnos el amor del Padre por nosotros.
Porque Jesucristo ha conquistado la muerte en nuestra carne humana, esperamos compartir su victoria a través de la fe. La fe y el bautismo nos hacen participar en su nueva vida. Estamos ya de hecho viviendo esa nueva vida de gracia que viviremos en su plenitud en el cielo. Por el bautismo compartimos la victoria de la vida. Es verdaderamente un cumpleaños de esperanza.
Desde que el pecado entró en el mundo, la humanidad ha sido atrapada en una espiral de desesperanza. La muerte consumió a fin de cuentas todas las esperanzas y sueños. Pero, Cristo ha traspasado el velo oscuro de la muerte y la desesperanza.
¡La muerte verdaderamente no tiene la última palabra! La vida no terminará vacía. Jesús conquista la muerte. Reina victorioso y esperamos reinar con Él. ¡Estas son Buenas Noticias de verdad!
El encontrarnos con Jesucristo vivo da un nuevo horizonte y ofrece una esperanza inquebrantable a nuestras vidas.
Una persona que pierde la esperanza siente que la vida se le escapa. Quizá tú y yo hemos sido esa persona en algún momento de nuestras vidas. Pero la esperanza siempre puede ser restaurada. Si una persona enferma y sin ánimos descubre una nueva esperanza, por pequeña que sea, descubrirá una nueva vitalidad. No importa cuantas veces una persona lo haya intentado y haya fallado, la esperanza le da a esa persona el coraje para intentarlo de nuevo.
Aun cuando parezca que nada cambia, cuando la esperanza nace en el corazón humano, o en un matrimonio o una familia, todo parece ser nuevo. La vida se renueva. La esperanza es la fuente de esta energía y vida nueva. Revigoriza nuestra fe y estimula el amor. La virtud teologal de la esperanza tiene como objeto la posesión de una vida nueva y eterna en Cristo.
Jesucristo es nuestra esperanza. A final de cuentas, nuestra esperanza nos hace mirar hacia la resurrección de los muertos en el último día, pero también nuestra esperanza más inmediata se ve renovada y sostenida por la experiencia espiritual de la resurrección experimentada en las pequeñas victorias contra el pecado, la desesperanza y el miedo en nuestra vida diaria.
Nuestra misión es dar testimonio de la esperanza al mundo. Tenemos un gesto hermoso durante la Vigilia Pascual que nos recuerda de esto. Mientras compartimos la pequeña flama unos a otros e iluminamos la iglesia oscura con la luz del Cirio Pascual, reconocemos que estamos llamado a compartir a Cristo, la luz y la esperanza del mundo, en los lugares más oscuros y los corazones más desolados que esperan el mensaje liberador de Cristo. ¡Cristo es nuestra esperanza! Ese es el significado de la Pascua.