by Luis Soto, Subdirector Ejecutivo del Secretariado de Evangelización y Catequesis
En estos días se nos ha invitado a colaborar en la Colecta Anual Arquidiocesana. La vida de la Arquidiócesis y muchos de los ministerios, servicios y apostolados que se sostienen con ella, dependen de nuestra participación. Básicamente cada año el arzobispo hace una invitación para que todos los católicos de la arquidiócesis contribuyan con sus donaciones. Estas donaciones son en adición a nuestra ofrenda en nuestra parroquia.
El problema es que como hispanos no tenemos la cultura del dar tan arraigada. Uno de los valores que más admiro de la cultura norteamericana es precisamente la generosidad. El católico norteamericano es muy generoso. La cantidad de donaciones que se hacen, el involucramiento en casusas justas, organizaciones sin fines de lucro, etc. Es sin duda una gran bendición para la Iglesia.
La Iglesia en Latinoamérica, sin embargo, fue fundada de manera distinta. Fue la misión de la Nueva España. Ellos nos proveían, nos mandaban misioneros, construían nuestras Iglesias. La mala influencia del trauma de la corrupción tampoco nos ayuda. En todo momento estamos pensando que el dinero que ofreceremos será usado de mala manera. No es para menos, nos ha tocado sufrir con este tema.
La palabra usada para referirnos a la ofrenda que ponemos en la canasta durante la misa es limosna… como si fuese algo que nos sobra. Sin embargo, la palabra adecuada es ofrenda. Es un acto de agradecimiento. Antes de cualquier otra identidad, la más importante es que somos hijos e hijas de Dios. El Señor nos ha hecho suyos y todo lo que tenemos y somos es un don suyo, de su amor hacia nosotros.
Y no solo nos ama al grado de darnos todo cuanto tenemos y somos, sino que nos considera dignos de su confianza al darnos todo lo que tenemos y somos. Nos considera dignos de confianza como para ser administradores de todas las bendiciones que nos da día a día. La salud, el trabajo, la familia, nuestros bienes materiales, la vida, etc. Y dado que somos sus hijos e hijas dignos de confianza, no podemos menos que responder con agradecimiento. Amándolo de la misma manera. Porque “amor con amor se paga” dice el refrán.
Por eso es por lo que, al venir al encuentro con el Señor en la Misa, no venimos con las manos vacías. Traemos una ofrenda de agradecimiento. No le venimos a dar una limosna. De hecho, cuando un amigo nos invita a su casa para cenar y participar de su mesa, lo primero que le preguntamos es, ¿qué quieres que lleve? No llegamos con las manos vacías. Nos queremos mostrar agradecidos por abrirnos la puerta de su casa. Así es con el Señor. Nos abre las puertas de su familia, la Iglesia, y nos invita a su mesa. No podemos más que mostrar agradecimiento.
De manera similar sucede con la Colecta Anual Arquidiocesana. Una vez al año, el arzobispo nos invita a unirnos a la misión, no solo de nuestra parroquia, sino de la Arquidiócesis entera. A través de la arquidiócesis muchos ministerios y servicios son posibles. Como católicos tenemos el privilegio de poder participar. No es solo una responsabilidad, sino un privilegio. Tenemos la oportunidad de poner nuestro granito de arena en la gran misión de la Iglesia.
En muchas iglesias y denominaciones, se exige a sus feligreses que compartan el diezmo, el diez porciento de sus ingresos. Pero si al menos ofreciéramos en nuestra parroquia una hora de lo que trabajamos y otra más en la Colecta Anual Arquidiocesana, nuestra Iglesia y parroquia se fortalecerían y podríamos mejor decirle a Dios gracias, por considerarnos tus hijos dignos de confianza. Y devolverle con amor algo que ya de por sí es suyo. Cada quien sabe lo que puede dar y ofrecer, lo que sí es importante es que todo católico participe de manera activa en la vida de la Iglesia y esta, es una oportunidad perfecta.