by Por Pedro A. Moreno, O.P. Secretariado de Evangelización y Catequesis
Saciando nuestro deseo de una vida plena e infinita
Por Pedro A. Moreno, O.P.
Secretariado de Evangelización y Catequesis
“Jesús estaba a punto de partir, cuando un hombre corrió a su encuentro, se arrodilló delante de él y le preguntó: Maestro bueno, ¿qué tengo que hacer para conseguir la vida eterna? Jesús le dijo: ‘¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno, sino sólo Dios. Ya conoces los mandamientos: No mates, no cometas adulterio, no robes, no digas cosas falsas de tu hermano, no seas injusto, honra a tu padre y a tu madre.’ El hombre le contestó: ‘Maestro, todo eso lo he practicado desde muy joven.’ Jesús fijó su mirada en él, le tomó cariño y le dijo: ‘Sólo te falta una cosa: vete, vende todo lo que tienes y reparte el dinero entre los pobres, y tendrás un tesoro en el Cielo. Después, ven y sígueme’” (Marcos 10, 17-21).
El Papa Francisco, en una de sus recientes Audiencias de los Miércoles, comenzó su introducción a su catequesis sobre los Diez Mandamientos con estas palabras sobre el pasaje del Evangelio:
“El encuentro entre Jesús y un hombre, es un joven, que, arrodillado, le pregunta cómo poder heredar la vida eterna. Y en aquella pregunta está el desafío de cada existencia, también el nuestro: el deseo de una vida plena, infinita. Pero, ¿cómo hacer para llegar? ¿Qué sendero recorrer?…
¿Cuántos jóvenes buscan ‘vivir’ y después se destruyen yendo tras cosas efímeras? Algunos piensan que es mejor apagar este impulso, el impulso de vivir, porque es peligroso. Quisiera decir, especialmente a los jóvenes: nuestro peor enemigo no son los problemas concretos, por serios y dramáticos que sean: el peligro más grande de la vida es un mal espíritu de adaptación que no es mansedumbre o humildad, sino mediocridad, algo pusilánime.
¿Un joven mediocre es un joven con futuro o no? ¡No! Permanece allí, no crece, no tendrá éxito. La mediocridad o la pusilanimidad. Aquellos jóvenes que tienen miedo de todo: ‘No, es que yo soy así’. Estos jóvenes no irán adelante. Mansedumbre, fuerza y nada de pusilanimidad, nada de mediocridad.”
El joven en el pasaje del Evangelio vivió los Mandamientos fielmente. Él fue un buen hombre. Fue un hombre que siguió los senderos de mayor libertad y amor que conocemos como los Diez Mandamientos.
Entonces, este joven nos deja ver que ¡tenía hambre de algo más! Quería saber “¿Cuál es el próximo paso?”. Amaba a Dios sobre todas las cosas y quería saber “¿Cuál es el próximo paso?”. Fue fiel a los mandatos de Dios y quería saber "¿Cuál es el próximo paso?” Estaba arrodillado ante el Buen Maestro, con “el deseo de una vida plena, infinita”, y preguntó: “¿Cuál es el próximo paso?”.
Jesús lo miró. Jesús vio su hambre. Jesús lo amaba, y él respondió y le mostró “el próximo paso”. La única manera de caminar hacia la eternidad, la única manera de caminar hacia el infinito es dejando ir lo temporal y lo finito. Este paso solo puede tomarse con un corazón lleno de amor, un corazón libre, separado de todos y de todo excepto Dios mismo.
Esto requiere mansedumbre y fortaleza. Un corazón lleno de cobardía y mediocridad no puede crecer.
Los Diez Mandamientos son un gran punto de partida, pero eso es todo. A medida que maduremos en el amor y la libertad, Dios nos pedirá más. El amor y la pasión por Dios que crece a medida que obedezcamos fielmente estos mandatos para amar, nos liberan para alcanzar lo infinito y eterno. Si elegimos crecer.