¿Cómo debemos vivir? La Iglesia buscar responder a esta pregunta a través de sus enseñanzas morales. La vida moral cristiana es muchas veces malentendida y con frecuencia se presenta de manera incorrecta.
Muchos la imaginan básicamente como un catálogo de prohibiciones o simplemente como una serie de reglas que hay que cumplir, las cuales son frecuentemente percibidas como arbitrarias y como una carga. Sin embargo, las enseñanzas de la Iglesia son muy distintas. El Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña que, “la vida moral es un culto espiritual” (CIC 2031). ¿Qué significa esto?
Debido a nuestra comunión con el Cuerpo de Cristo a través del bautismo, toda nuestra vida, incluyendo la vida moral, está unida a nuestra ofrenda litúrgica en la Eucaristía. Es lo que le presentamos a Dios a través, con y en Cristo. Las enseñanzas morales de la Iglesia nos iluminan “de forma que podamos distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto” en su presencia (Rm 12,2). La vida moral cristiana es la manera en que vivimos el plan amoroso de Dios para nosotros y le damos gloria.
Esto no quiere decir que para el cristiano no existen reglas, leyes o preceptos. Sin embargo, estas existen para guiarnos en el camino de la verdad y nos llevan a la plenitud de la vida, de acuerdo con la nueva ley del amor. Somos guiados para conocer el plan de Dios para nuestra felicidad y para nuestra salvación a través de la ley escrita en nuestra naturaleza humana (ley natural) y revelada en su Palabra.
Aun cuando Cristo es el Maestro por excelencia, también le ha confiado a la Iglesia la autoridad de enseñar en temas de fe y vida moral. Jesús les dijo a los apóstoles, “quien a ustedes los escucha, a mí me escucha” (Lc 10,16). La autoridad de la voz de Cristo se escucha a través de las enseñanzas del papa y los obispos, sucesores de Pedro y los apóstoles, quienes forman el magisterio, o el oficio de enseñar de la Iglesia. Es responsabilidad del magisterio de la Iglesia (el papa y los obispos) el predicar y enseñar la totalidad de la fe que debemos creer y poner en práctica en nuestra vida diaria.
Desafortunadamente, no basta con conocer lo que es bueno para nosotros. Por experiencia sabemos que muchas veces fallamos en hacer lo que sabemos que debemos hacer. Somos débiles y constantemente necesitamos la gracia de Dios para ayudarnos a tomar las decisiones correctas, lo que es verdaderamente bueno para nosotros.
Para vivir la vida moral en fidelidad, los cristianos necesitamos ser nutridos regularmente de la Palabra de Dios, de la oración y la gracia de los sacramentos. Dado que la Iglesia reconoce esta conexión entre la vida moral y la gracia que proviene de la liturgia como “fuente y cumbre” de la vida cristiana, la Iglesia propone mandamientos específicos para ayudarnos. A estos se les conoce como los mandamientos de la Iglesia.
Los mandamientos de la Iglesia se nos presentan como obligación para todos los católicos desde la edad media. Su formulación y número han variado levemente a lo largo de los años. El Catecismo de la Iglesia Católica nos presenta cinco mandamientos (CIC 2041-2043). Nos recuerdan la unión entre la vida moral y la vida litúrgica. Los mandamientos de la Iglesia son:
Oír misa entera los domingos y demás fiestas de precepto y no realizar trabajos serviles;
Confesar los pecados al menos una vez al año;
Recibir el sacramento de la Eucaristía al menos por Pascua;
Abstenerse de comer carne y ayunar en los días establecidos por la Iglesia;
Ayudar a la Iglesia en sus necesidades.
Claramente, estos mandamientos no presentan la totalidad de la vida cristiana. Sino que intentan ofrecer el mínimo necesario en un espíritu de oración, vida sacramental y compromiso moral para garantizar que crezcamos en nuestro amor a Dios y amor al prójimo. Se nos presentan como el “piso” bajo nuestros pies del cual no debemos descender si queremos seguir adelante como discípulos en la vida cristiana.
En las próximas columnas, estaré escribiendo sobre cada uno de estos mandamientos de la Iglesia, explorándolos con mayor profundidad.