Las Sagradas Escrituras contienen muchas invitaciones, pero una se destaca de una manera muy especial. El primer Jueves Santo, durante la Última Cena, nacido de un corazón lleno de un intenso amor que busca entregarse, el Señor nos invita “tomen y coman”.
Según Mateo 26, 26, el Señor había tomado pan, dio la bendición, lo partió y se lo dio a sus discípulos invitándolos diciendo “tomen y coman”. Jesús les explicó claramente qué comida tan especial les estaba invitando a comer. Él claramente declaró que este pan “es mi cuerpo” y este cáliz “es su sangre”.
Esta invitación amorosa “tomen y coman” nace de la sabiduría infinita de Dios que sabe cuán importante es esta nutrición celestial y angelical para cada uno de nosotros. Jesús trató de comunicar cuánto necesitamos tomar y comer todos de el cuándo, en el Evangelio de Juan 6:53, nos dijo enfáticamente a todos: “En verdad les digo que si no comen la carne del Hijo del Hombre y no beben su sangre, no tienen vida en ustedes.”. ¡Esto es claramente algo de vida o muerte!
Casi 2,000 años después, esta santa invitación de “tomen y coman” este pan eucarístico, pan que nos asegura la vida eterna, sigue siendo válida y merece nuestra mejor respuesta y preparación.
Así como en cualquier comida, debemos tener cuidado de cómo, y no solo qué, comemos. Al crecer, mi madre siempre nos preguntaba: “¿Ya te lavaste las manos?”. Entonces, comenzaba la carrera nocturna entre mi hermano y yo. Corríamos para lavarnos las manos y volver a la mesa para tener esa primera oportunidad de comer la deliciosa cena de mamá. Este era un buen hábito en aquel entonces y ahora también.
Nuestra comida se servía en platos limpios y teníamos cubiertos y servilletas limpias para acompañar las manos limpias. La falta de limpieza en cualquier comida, o en un consultorio médico, sala de operaciones o en un restaurante, podría convertir fácilmente un momento vivificante en uno de enfermedad y muerte.
Lamentablemente, muchos han muerto por comida que no se preparó bien o por falta de limpieza. Manos sucias, cocinas, ollas, sartenes o cubiertos sucios pueden convertir una sana nutrición en intoxicaciones alimentarias severas o en enfermedades estomacales.
Así también nuestras almas. ¡Necesitamos recibir la Eucaristía con un corazón puro! Necesitamos prepararnos para celebrar y recibir el pan de vida con almas ausentes de muerte y llenas de vida que busca intensificarse y crecer a través del cuerpo, la sangre, el alma y la divinidad de Cristo.
Si bien podemos y debemos alimentar con la Eucaristía a aquellos que están enfermos y débiles debido a los muchos pecados veniales que llevamos con nosotros todos los días, nunca debemos tratar de alimentar con la Eucaristía a cadáveres ambulantes que desean abrazar más a sus pecados mortales que a nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
Cualquier persona consciente de un pecado grave debe recibir el sacramento de la Reconciliación antes de llegar al Santísimo Sacramento de la Eucaristía. Necesitamos corazones puros para el más puro pan angelical, que es el mismo Jesucristo. Incluso es beneficioso para nuestros pecados veniales o incluso para nuestras más pequeñas imperfecciones.
San Pablo en su primera carta a los Corintios 11: 27-29 dice: “El que come el pan o bebe la copa del Señor indignamente peca contra el cuerpo y la sangre del Señor. Cada uno, pues, examine su conciencia y luego podrá comer el pan y beber de la copa.”
Entonces, a medida que nos vayamos acercando a esta época de la Cuaresma, y durante estos 40 días en que nos preparamos para celebrar el triunfo del Señor en la Pascua, invito a todos mis lectores a visitar el sagrario y pedir la ayuda de Jesús. Solo di: “Gracias Jesús por la Eucaristía. Ayúdame Jesús a recibirte siempre con un corazón puro. Guíame para conocerte a ti y a tu amorosa misericordia en el sacramento de la Reconciliación. Amén.”
Este hábito espiritual es bueno para la Cuaresma 2020 y en cualquier época del año.