La Eucaristía es el corazón del libro del Apocalipsis.
Cristo es nuestro novio. Los bautizados, la Iglesia universal, somos la novia que, a pesar de todos nuestros pecados e imperfecciones, ha sido devuelta a la pureza por Cristo, la Palabra hecha Carne y Cordero de Dios.
Juntos somos una pareja inseparable, un solo cuerpo, unidos en su amor, en una nueva realidad única y exclusiva. La historia de Cristo y su Iglesia es una historia de amor llena de pasión, dolor, sacrificio, vida nueva, todo esto unido en un amor trascendente. Un amor que se convierte en fiesta. Una fiesta que es nuestra celebración Eucarística, la Misa, donde siempre damos gracias por su infinito amor que nos da vida.
Efesios 5: 25-32, comienza a hablar de esta verdad sublime:
“Maridos, amen a sus esposas como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella. Y después de bañarla en el agua y la Palabra para purificarla, la hizo santa, pues quería darse a sí mismo una Iglesia radiante, sin mancha ni arruga ni nada parecido, sino santa e inmaculada. Así deben también los maridos amar a sus esposas como aman a sus propios cuerpos: amar a la esposa es amarse a sí mismo. Y nadie aborrece su cuerpo; al contrario, lo alimenta y lo cuida. Y eso es justamente lo que Cristo hace por la Iglesia, pues nosotros somos miembros de su cuerpo. La Escritura dice: ‘Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre para unirse con su esposa y los dos formarán un solo ser.’ Es éste un misterio muy grande, pues lo refiero a Cristo y a la Iglesia.”
Cada pareja casada, que se esfuerza por vivir el sacramento del matrimonio, es un signo y un símbolo para toda la comunidad de fe del inseparable matrimonio, lleno de amor y vida, entre Cristo y su novia que somos nosotros, la Iglesia. ¡Sí, estoy hablando de todos nosotros! Nosotros somos la novia de Cristo. Como decía el versículo anterior de las Escrituras: “Es éste un misterio muy grande, pues lo refiero a Cristo y a la Iglesia.”
Cuando el libro de Apocalipsis, también conocido como Revelación, nos habla de la fiesta de bodas del cordero, Nos está hablando de la Eucaristía, la Misa, nuestra fiesta de bodas con Cristo, ¡el Cordero Santo de Dios!
Apocalipsis 19: 7-9, nos dice esto claramente:
“‘Alegrémonos, regocijémonos démosle honor y gloria, porque han llegado las bodas del Cordero. Su esposa se ha engalanado, la han vestido de lino fino, deslumbrante de blancura.’ (El lino son las buenas acciones de los santos.) Después el ángel me dijo: ‘Escribe: Felices los que han sido invitados al banquete de bodas del Cordero.’ Y añadió: ‘Estas son palabras verdaderas de Dios.’”
Nuestro matrimonio con el Cordero de Dios se renueva y se consuma una y otra vez en cada Misa.
“He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados al banquete del Señor.”
Y nosotros respondemos:
“Señor, no soy digno de que vengas a mí, pero una palabra tuya bastará para sanarme.”
Cuando nos acercamos al altar, el ministro nos muestra a nuestro novio lleno de amor en toda su gloria y dice “Cuerpo de Cristo”. Los que tenemos hambre de amor y misericordia, hambre de Dios, hambre de la Palabra, hambre de Cristo, decimos: “¡Amén!”.
La Iglesia, la novia, todos los presentes bautizados y viviendo en un estado de gracia santificante, libres de todo pecado mortal, se reúnen una vez más con Jesucristo, nuestro novio lleno de amor y vida, real y verdaderamente vivo y presente bajo las apariencias de pan y vino. Nuestros sentidos nos están engañando, pero nuestros corazones ven una divina realidad que trasciende lo que nuestros ojos y nuestro paladar puedan percibir.
La Revelación de Juan está bellamente dividida en dos partes. Primero, la Liturgia de la Palabra con la lectura de los rollos en su centro. Luego, en Apocalipsis 3:20 escuchamos: “Mira que estoy a la puerta y llamo: si uno escucha mi voz y me abre, entraré en su casa y comeré con él y él conmigo.”
Este es el comienzo de la segunda parte de la Misa, la Liturgia de la Eucaristía, la Última Cena, donde cenamos con amor con nuestro novio.
Muchos versículos en el Apocalipsis apuntan hacia la Misa y a Jesús como el Cordero de Dios. En Apocalipsis 8: 3, vemos un altar; Apocalipsis 1:12 menciona las velas; Apocalipsis 4: 4 habla sobre los ancianos o sea los presbíteros o sacerdotes que están presentes en túnicas blancas; Apocalipsis 4: 8 tiene el Santo, Santo, Santo, y hay mucho, mucho más.” Nuestra comunión, nuestro recibir a Cristo, el Cordero de Dios y nuestro novio, es el triunfo del amor.
No tenemos nada que temer cuando estamos unidos a, en común-unión con, Cristo, el Cordero de Dios, la Eucaristía.
“… el Cordero los vencerá, porque es Señor de señores y Rey de reyes, y con él vencerán los suyos, los llamados y elegidos y que se mantienen fieles.” (Apoc. 17:14).
Después de que termine la Misa, visite a Jesús, el Cordero de Dios, en el sagrario y dele gracias por la Sagrada Comunión y una vez más dile “Te amo” a tu novio. Dale gracias por la hermosa fiesta de bodas. Amén.