Queridos hermanos sacerdotes, diáconos, personal y miembros de los fieles laicos,
Me han escuchado decir en ocasiones anteriores que este es realmente un momento muy oscuro en la historia de nuestra hermosa, pero herida, Iglesia Católica. En tiempos como estos, estamos llamados a la oración y la penitencia por la purificación de la Iglesia. Es complicado, porque ha habido tanto pecados como crímenes también. La actividad criminal exige transparencia, responsabilidad y justicia. Hemos buscado esas mismas cosas en todo lo que hemos hecho en las últimas dos semanas a medida que estos problemas han salido a la luz.
El pecado, sin embargo, exige arrepentimiento, reparación y oración. Los obispos, sacerdotes y líderes de nuestra Iglesia deben dar ejemplo, pero todos los fieles están llamados a hacer este esfuerzo. Quiero hacer un llamado a mis sacerdotes, diáconos y seminaristas para que tomen la delantera en la respuesta espiritual a esta crisis en la Iglesia. Los laicos fieles de nuestra Arquidiócesis también pueden tomar la iniciativa con esta respuesta espiritual.
Animo los momentos de oración, adoración y reunir a los fieles para actos de penitencia y reparación por los pecados en la Iglesia. Los animo también al ayuno personal. Estas son todas las formas poderosas con que las personas pueden responder en las próximas semanas y meses. En una de nuestras parroquias, se establecieron 40 horas de adoración específicamente para responder de esta manera. Me dijeron que en 24 horas se llenaron más de 80 espacios de oración disponibles, y mucha más gente se presentó para orar durante las 40 horas. Animo a que ofrezcan la oración de San Miguel Arcángel al final de la Misa o en uso privado. Hay una hermosa Misa por el perdón de los pecados en el Misal Romano (38B) que sería muy poderosa para celebrar públicamente también. Hay muchas formas en que podemos implorar la gracia de Dios, sanar, proteger y reparar los pecados en la Iglesia. Es evidente para mí que la gente está hambrienta de formas tangibles de responder en oración y penitencia por nuestra hermosa Iglesia.
Sí, puede ser un momento oscuro para nuestra Iglesia. Pero a lo largo de la historia de la Iglesia, en tiempos de tinieblas, la luz de Cristo ha brillado más a través de hombres y mujeres fieles que dejan que la luz brille a través de ellos. Por desalentador que nos parezcan las circunstancias, quiero alentarlos. ¡Lo que la Iglesia necesita ahora más que nunca son hombres y mujeres santos! ¡Sean santos!
Con la seguridad de mis oraciones, soy
Sinceramente suyos en Cristo,
Reverendísimo Paul S. Coakley
Arzobispo de Oklahoma City