by Luis Soto, Subdirector Ejecutivo del Secretariado de Evangelización y Catequesis
Por varios años hemos estado acostumbrados a leer la columna del Pedro Moreno en este espacio. Pedro sirvió como director de Ministerio Hispano en el Secretariado para la Evangelización y la Catequesis por varios años y por ello estamos muy agradecidos. De manera particular y con absoluta dedicación, Pedro nos hizo llegar su columna sobre diversos temas de fe en este espacio.
A lo largo y ancho de la Arquidiócesis se le recuerda con cariño y las comunidades hispanas que he visitado agradecen su servicio y compromiso con la Iglesia a través de la comunidad hispana. De manera personal, quiero agradecer profundamente a Pedro Moreno por sus años de entrega al Ministerio Hispano de la Arquidiócesis de Oklahoma City. Sin embargo, así como nuestro mundo está cambiando, también hemos hecho algunos cambios en la Arquidiócesis.
Mi nombre es Luis Soto, nací y crecí en una pequeña ciudad del norte de México llamada Obregón. De hecho, el origen del nombre de la ciudad es irlandés. El apellido Obregón es la versión castellana del apellido O’Brien o O’Brian. Hace un mes y medio llegué a la Arquidiócesis de Oklahoma City después de servir por muchos años en la Arquidiócesis de Denver, en el Catholic Leadership Institute y en el Augustine Institute. Mi esposa es de Venezuela y tenemos tres niños pequeños. Debo decir que, aun a pesar de haber sido un cambio significativo para todos, nos estamos adaptando muy bien y disfrutando el verano y nuestra nueva vida en Oklahoma City. La amabilidad y apertura de su gente ha sido sin lugar a duda una brisa fresca en medio del calor que a veces sentimos.
Mi función en la arquidiócesis es un poco distinta a lo que venía haciendo Pedro, y usaré este espacio con regularidad para comunicar la visión y lo que buscamos conseguir. Tradicionalmente ha existido en la arquidiócesis una oficina de Ministerio Hispano. Debido al rápido crecimiento de esta población un departamento arquidiocesano para servirles se había convertido en una necesidad imperante.
Sin embargo, el modelo de la oficina hispana puede no ser suficiente y traer algunas consecuencias negativas no buscadas. Sobretodo cuando más de la mitad de la población católica de la arquidiócesis es de origen hispano. Corremos el riesgo de dividir. De crear nuestra propia cancillería para los hispanos y no unir esfuerzos y recursos para la evangelización de todos.
En nuestro nuevo modelo, mi responsabilidad es servir como subdirector executivo del Secretariado de Evangelización y Catequesis. Mi función es explícitamente asegurarme que servimos no solo a los hispanos, sino a todos los grupos étnicos minoritarios presentes en la arquidiócesis, aun cuando los hispanos resultan sin duda el más influyente y numeroso. Ya no existirá una oficina de ministerio hispano.
Todos los departamentos de nuestro Secretariado para la Evangelización y Catequesis asumirán la responsabilidad de servir a todos los católicos, en unidad de visión, misión y recursos. A final de cuentas queremos ser una familia bajo un mismo Dios y Señor. Podemos pasarnos horas y días discutiendo nuestras muchas diferencias de lenguaje, culturales, históricas, étnicas, etc., pero la historia nos ha enseñado que no es enfatizando nuestras diferencias, sino celebrando lo que tenemos en común que podemos construir unidad en nuestra Iglesia y sociedad. Como lo digo muchas veces: soy hispano, adoro mi cultura hispana, la comida, la fiesta, las tradiciones, los valores … pero por encima y antes que eso, soy católico y esa es mi primera y más importante identidad.
Un ministerio que enfatiza la identidad católica de todos los miembros de la Iglesia, que reconoce su diversidad y unicidad, y sirve a todos desde ella; pero que por encima de todo construye y fortalece la catolicidad y la vida de la Arquidiócesis bajo la guía de un pastor en el arzobispo y siguiendo todos a un mismo Señor en Jesucristo.
Pensamos que podemos ser uno y es nuestro ideal. Queremos que la comunidad hispana y todos los grupos étnicos sean reconocidos y celebrados como una bendición para nuestra Iglesia. No queremos ser fuerza divisora, sino bendición que nos une. Ni las razas, ni el origen deberían ser los que guíen nuestro discurso, sino el afán y la misión que Dios nos encomienda de ser uno con el.
San Juan Pablo II escribió en su Carta Apostólica Novo Millennio Ineunte (Al comienzo del nuevo milenio): “Hacer de la Iglesia la casa y la escuela de la comunión: éste es el gran desafío que tenemos ante nosotros en el milenio que comienza, si queremos ser fieles al designio de Dios y responder también a las profundas esperanzas del mundo” (NMI #43).
En pocas palabras, la única manera en que podemos ser fieles al designio de Dios y responder a las necesidades y esperanzas de nuestro mundo herido por las divisiones es siendo nosotros, en la Iglesia, en cada parroquia y comunidad, una casa y escuela de comunión. Un centro de unidad para todos.
Me encomiendo a sus oraciones y tengo presente en las mías a Pedro por toda su dedicación y trabajo en la arquidiócesis, así como todos aquellos que trabajaron con él. Estamos en misión para convertirnos en ejemplo, escuela, y hogar de comunión y unidad en la Arquidiócesis de Oklahoma City.