Arzobispo Paul S. Coakley
Arzobispo Nelson J. Pérez
Arzobispo Joseph F. Naumann
Obispo Shelton J. Fabre
Obispo Joseph C. Bambera
Obispo David G. O'Connell
Obispo Joseph N. Perry
WASHINGTON - Siete obispos estadounidenses, presidentes de comités de dentro de la Conferencia de Obispos Católicos de EE.UU. han emitido una declaración a raíz de la muerte del Sr. George Floyd y las protestas que han estallado en Minneapolis y en otras ciudades de los Estados Unidos.
Obispo Shelton J. Fabre de Houma-Thibodaux, presidente del Comité Ad Hoc Contra el Racismo; Arzobispo Nelson J. Pérez de Filadelfia, presidente del Comité de Diversidad Cultural en la Iglesia; Arzobispo Paul S. Coakley de Oklahoma City, presidente de la Comisión de Justicia Doméstica y Desarrollo Humano; Arzobispo Joseph F. Naumann de Kansas City en Kansas, presidente del Comité de Actividades Pro-Vida; Obispo Joseph C. Bambera de Scranton, presidente de la Comisión de Asuntos Ecuménicos e Interreligiosos; Obispo David G. O'Connell, obispo auxiliar de Los Ángeles, presidente del Subcomité de la Campaña Católica para el Desarrollo Humano; y el obispo Joseph N. Perry, obispo auxiliar de Chicago, presidente del Subcomité de Asuntos Afroamericanos, emitieron la siguiente declaración:
Estamos con el corazón roto, asqueados e indignados al ver otro video de un hombre afroamericano asesinado ante nuestros propios ojos. Lo que es más sorprendente es que esto está sucediendo a las pocas semanas de varios otros eventos similares. Esta es la última llamada de alerta a la que cada uno de nosotros debe responder con un espíritu de conversión determinada.
El racismo no es una cosa del pasado o simplemente un tema político descartable que vuelve a surgir solo cuando sea conveniente. Es un peligro real y presente que debe ser resuelto. Como miembros de la Iglesia, debemos defender las acciones correctas y justas más difíciles en lugar de los errores fáciles de la indiferencia. No podemos hacernos de la vista gorda a estas atrocidades y aun así tratar de profesar respeto por cada vida humana. Servimos a un Dios de amor, misericordia y justicia.
Si bien se espera que aboguemos por protestas pacíficas no violentas, y ciertamente lo hacemos, también apoyamos apasionadamente a las comunidades que están comprensiblemente indignados. Demasiadas comunidades alrededor de este país sienten que sus voces no son escuchadas, sus quejas sobre el tratamiento racista no son escuchadas, y no estamos haciendo lo suficiente para señalar que este tratamiento mortal es antitético al Evangelio de la Vida.
Como dijimos hace dieciocho meses en nuestra carta pastoral más reciente contra el racismo, “Abramos Nuestros Corazones”, para las personas de color, algunas interacciones con la policía pueden estar llenas de miedo e incluso de peligro. Las personas de buena conciencia nunca deben hacer la vista gorda cuando se priva a los ciudadanos de su dignidad humana e incluso de sus vidas. La indiferencia no es una opción. "Como obispos, declaramos inequívocamente que el racismo es un problema de vida".
Nos unimos al arzobispo Bernard A. Hebda de Saint Paul y Minneapolis para orar por el descanso del alma del Sr. George Floyd y todos los demás que han perdido la vida de manera similar. Abogamos por el fin de la violencia a raíz de esta tragedia y por las víctimas de los disturbios. Oramos por el consuelo para las familias y amigos afligidos. Oramos por la paz en los Estados Unidos, particularmente en Minnesota, mientras el proceso legal avanza. También anticipamos una investigación completa que resulte en la responsabilidad legítima y la justicia real.
Nos unimos a nuestros hermanos obispos para desafiar a todos a que se reúnan, particularmente con aquellos de diferentes orígenes culturales. En este encuentro, busquemos un mayor entendimiento entre el pueblo de Dios. Muchas personas que históricamente han sido privadas de sus derechos continúan experimentando tristeza y dolor, sin embargo, se esfuerzan por perseverar y seguir siendo personas de gran fe.
Alentamos a nuestros pastores a encontrarse con ellos y acompañarlos de la manera más auténtica, escuchar sus historias y aprender de ellas, encontrando formas sustantivas de implementar un cambio sistémico. Tales encuentros comenzarán a provocar la transformación necesaria de nuestra comprensión de la verdadera vida, la caridad y la justicia en los Estados Unidos. Con suerte, habrá muchas voces que hablarán y buscarán la curación contra el mal del racismo en nuestra tierra.
Hacemos un llamado a todos los católicos para que oren y trabajen hacia un nuevo derramamiento del Espíritu Santo. Oremos por un deseo sobrenatural para librarnos del daño que causan los prejuicios. Hacemos un llamado a los católicos a rezar al Espíritu Santo para que el Espíritu de la Verdad toque los corazones de todos en los Estados Unidos y venga a nuestros sistemas de justicia penal y de aplicación de la ley. Finalmente, permita que todos y cada uno de los católicos, independientemente de su origen étnico, le rueguen a Dios que sane nuestra visión profundamente distorsionada de nosotros mismos, así como a nuestra sociedad profundamente destrozada.