Cuando esta edición del
Sooner Catholic llegue a los hogares de la arquidiócesis, los obispos de los Estados Unidos, incluyéndome a mí mismo, se reunirán en Baltimore para nuestra Asamblea General de otoño. Esta reunión no será de negocios como de costumbre. No lo puede ser. Los ojos de la nación estarán sobre nosotros cuando tomemos decisiones críticas en respuesta a la crisis de abuso sexual del clero que ha devastado a nuestra querida Iglesia en los Estados Unidos y en países de todo el mundo.
Para permitir el tiempo máximo para tratar estos asuntos cruciales, se ha simplificado la agenda ordinaria de la reunión. Pasaremos tiempo solo en los negocios más importantes y necesarios. Comenzaremos la reunión con un día de oración implorando la guía del Espíritu Santo para nuestras deliberaciones y decisiones.
Durante la semana previa a esta reunión, los obispos nos hemos comprometido a un tiempo intensificado de oración y sacrificio por tres intenciones importantes:
- Por la sanación y el apoyo de todas las víctimas de abuso sexual del clero;
- Por la conversión y el castigo justo de los perpetradores y encubridores de abuso sexual;
- Por la fuerza de los obispos para que sean santos pastores en la protección y el amparar a sus rebaños de todo daño.
Completamente consciente de la gravedad de estas preocupaciones que pesan tanto sobre todos nosotros, les estoy pidiendo humildemente que se unan en oración con los obispos por estas mismas intenciones. Oremos para que el Espíritu Santo nos guíe y nos dé valor. Oremos para que el fruto de esta reunión sea una profunda purificación de la Iglesia, comenzando con la jerarquía.
Cristo estableció su Iglesia sobre la base de Pedro y los Apóstoles. Prometió que las puertas del infierno no prevalecerían contra la Iglesia. Prometió estar con nosotros siempre hasta el fin de los tiempos. Necesitamos aferrarnos a estas promesas ahora más que nunca. Los ataques de Satanás se han desatado contra la Iglesia desde dentro y desde fuera. Necesitamos ayuda celestial. Necesitamos una conversión radical.
He sido sacerdote durante 35 años y obispo durante 14. Durante mi ministerio nunca he conocido un momento más desafiante. Los fieles están enojados y confundidos. Trágicamente, algunos se han alejado. Los sacerdotes están enojados y heridos. Los obispos también están enojados, tristes y frustrados.
Por favor oren por sus sacerdotes y apóyalos. Oremos por los obispos para que el fruto de nuestras deliberaciones y acciones dén como resultado una mayor vigilancia, transparencia y responsabilidad real en la forma en que pastoreamos a la Iglesia confiada a nuestro cuidado como sucesores de los Apóstoles. Pero, sobre todo, oren por las víctimas de abuso cometidas por el clero. ¡Señor, renueva tu iglesia!