Parte I: Al asesinato en la loma del Calvario
Por Pedro A. Moreno, O.P.
Secretariado de Evangelización y Catequesis
A todos nos gustan las historias de misterio. En mi juventud, no podía esperar la llegada de la próxima selección del Club de Libros de Misterio. Tan pronto llega el libro, ¿adivina quién estaría jugando al detective? En la televisión, las viejas películas en blanco y negro, más de una docena de ellas, con los actores británicos Basil Rathbone como Holmes y Nigel Bruce como el Dr. Watson, siempre serán vistas en mi casa.
Imagínense si pudiéramos enviar estos personajes de Sir Arthur Conan Doyle al pasado para que investigaran todo lo sucedido aquel primer Viernes Santo. Un informe preliminar incluiría detalles como:
"Según los relatos de testigos oculares, y una cuidadosa observación y análisis del sudario en que fue envuelto el difunto, podemos afirmar que la persona crucificada, cruz central en el Calvario la semana pasada, conocido como Jesús el Cristo, fue un hombre saludable de aproximadamente 71 pulgadas de estatura, y con alrededor de 175 libras de peso. La planta de la pierna izquierda descansaba sobre la superficie de su pie, causando una leve flexión en la rodilla izquierda. El difunto tenía pelo largo, barba corta y marcas de punción, y los rastros de sangre claramente visibles en la cabeza debido a la corona de espinas. La dirección de la sangre es hacia abajo. Los hematomas en la cara también son visibles y sus ojos están cerrados."
"La espalda manifiesta múltiples heridas punzantes que coinciden con relatos de testigos de una flagelación particularmente salvaje con los acostumbrados látigos romanos. El área del pecho frontal tiene una herida de dos pulgadas en el área pectoral derecha consistente con una perforación post-mortem con una lanza. La sangre y una sustancia transparente similar al agua han dejado marcas en el sudario y, con toda probabilidad, son signos de un derrame pericárdico. Las manos y los pies también tienen heridas claras consistentes con los clavos usados en la tortura y la crucifixión romanas."
Holmes y Watson pueden darme muchos detalles, pero están limitados a su observación y análisis científico y no pueden, a partir de los detalles observables, proponer algo parecido a una declaración de fe. En el mundo de la fe, hay otras fuentes disponibles para cualquiera que desee investigar un misterio no limitado a este mundo.
Desde nuestra perspectiva de fe, un misterio es una verdad revelada por Dios. La posibilidad de esta verdad es algo que trasciende nuestra imaginación hasta que Dios mismo lo revela. Incluso después de que Dios revela estas verdades, somos verdaderamente incapaces de comprender estas verdades por completo porque están, en el sentido más amplio, más allá de nosotros y nuestras mentes limitadas.
¡El Catecismo de la Iglesia Católica está lleno de misterios! La palabra misterio, en sus diversas formas, se encuentran en el catecismo más de 900 veces. Misterios que están más allá del análisis de Holmes y Watson.
El misterio de la Cruz también se conoce como el Misterio Pascual. El Catecismo nos recuerda en los párrafos 571 y 572 que:
"El Misterio Pascual de la cruz y de la resurrección de Cristo está en el centro de la Buena Nueva que los Apóstoles, y la Iglesia a continuación de ellos, deben anunciar al mundo. El designio salvador de Dios se ha cumplido de ‘una vez por todas’ por la muerte redentora de su Hijo Jesucristo. La Iglesia permanece fiel a ‘la interpretación de todas las Escrituras’ dada por Jesús mismo, tanto antes como después de su Pascua: ‘¿No era necesario que Cristo padeciera eso y entrara así en su gloria?’. Los padecimientos de Jesús han tomado una forma histórica concreta por el hecho de haber sido ‘reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas’, que lo ‘entregaron a los gentiles, para burlarse de él, azotarle y crucificarle’."
Si bien nuestros misterios de fe no esten completamente resueltos, Dios nos ha ayudado a ver su amor en ellos y a través de ellos.