"¿Hay alguien entre ustedes que se encuentra enfermo? Dejen que envien por los sacerdotes de la Iglesia y que los sacerdotes oren por ellos, untándolos con aceite en el nombre del Señor." Estas palabras del rito de la unción de los enfermos se basan en la Carta de San Santiago. Ellos son nuestra seguridad de que el Señor desea acompañarnos y sanarnos en nuestra debilidad y enfermedad. Lo hace de una manera muy particular, a través del ministerio de sus sacerdotes.
Esta pandemia histórica ha impactado a nuestra sociedad, a nuestra Iglesia y a nuestras familias de maneras innumerables. Nos hemos visto cara a cara con nuestra debilidad y mortalidad. La semana pasada perdimos a uno de nuestros diáconos permanentes por el COVID-19. El diácono Clyde Grover, un fiel esposo, padre y ministro de Cristo, tuvo el consuelo durante sus últimas horas de ser ungido por su propio hijo, el Padre Danny Grover. Como muchos otros sacerdotes en situaciones similares, el Padre Grover fue llamado en un momento de necesidad de alguien. Trajo consigo el consuelo y la gracia de Cristo. En este caso, llevó a Cristo a su propio padre. ¡Qué encuentro tan conmovedor debió haber sido!
Durante esta pandemia, muchos se han dado cuenta de lo fácil que es el no valorar a nuestros sacerdotes. Tal vez hayamos dado por hecho que siempre estarían allí para ofrecer la Misa por nosotros y traernos la Eucaristía y ahora hemos pasamos meses sin la Misa y la Santa Comunión. Dimos por hecho que estarían allí para absolvernos y ungirnos hasta que, en muchos casos, no fue posible que lo hicieran a causa de la pandemia.
Podemos ser tan rápidos para criticar y quejarnos de nuestros sacerdotes, olvidando que son hombres comunes y corrientes que han sido llamados de familias y parroquias ordinarias. He estado muy orgulloso de la creatividad y dedicación de muchos de nuestros sacerdotes durante estos meses. ¡Muchos han sido verdaderamente heroicos! Dios ha llamado a estos hombres ordinarios a una vida y misión extraordinaria. Nos traen a Jesús y nos llevan a Jesús. ¿Dónde estaríamos sin ellos? Necesitan de nuestras oraciones, nuestro aliento y nuestro apoyo.
Este año, mientras nos preparamos para nuestra Apelación Anual de Educación Seminarista, los animo a tomar una actitud de agradecimiento. Durante este tiempo extraordinario, por favor, únanse a mí para dar gracias a Dios por nuestros sacerdotes y los jóvenes a quienes Dios está llamando a ser la próxima generación de sacerdotes que cuidarán de sus rebaños.
¡Actualmente tenemos 25 hombres en formación de seminario! Dios todavía está llamando a los hombres a compartir el ministerio de Cristo como sus sacerdotes. Nuestra inversión de oración, aliento y apoyo financiero ayudará a asegurar un futuro en el que siempre habrá sacerdotes para traer a Jesús a nosotros, y para llevarnos a Jesús.