En la reciente y muy accesible Exshortación Apostólica del Papa Francisco, "Gaudete et Exsultate" (Alegraos y regocijaos), el Santo Padre reflexiona sobre el llamado a la santidad en el mundo actual. Pero, probablemente no es lo que piensas. No es un tratado teórico. Es la reflexión de un pastor que nace de la experiencia vivida. "Mi humilde objetivo" escribe el Papa "es hacer resonar una vez más el llamado a la santidad, procurando encarnarlo en el contexto actual". ¡Es muy práctico!
Si bien reconocemos la importancia de la beatificación y la canonización, con la que nos hemos familiarizado a través de nuestra reciente experiencia con el Beato Stanley Rother, el Santo Padre resalta la importancia de los testigos cotidianos de la santidad.
Estos testigos pueden incluir a "nuestra propia madre, una abuela u otras personas cercanas. Quizá su vida no fue siempre perfecta, pero aun en medio de imperfecciones y caídas siguieron adelante y agradaron al Señor.". El Papa Francisco afirma que, "Esa es muchas veces la santidad de la puerta de al lado, de aquellos que viven cerca de nosotros y son un reflejo de la presencia de Dios, o, para usar otra expresión, la clase media de la santidad".
Todos somos llamados a la santidad, cada uno a su manera.
Al tratar de reenfocar a la Iglesia en su dimensión misionera esencial, el Concilio Vaticano II propuso el llamado universal a la santidad como una enseñanza central.
El Papa Francisco escribe: "La santidad es el rostro más bello de la Iglesia". La santidad de los individuos y las comunidades cristianas son los testimonios más creíbles y convincentes de la verdad y el poder del Evangelio. Si queremos ser una Iglesia evangelizadora, cada uno de nosotros debe esforzarse por crecer en santidad, para convertirse en el santo que Dios nos llama a ser.
La mayoría de nosotros probablemente pensamos que la santidad es para otra persona: "No es para mí". Pero el Santo Padre desacredita ese dicho: "Todos estamos llamados a ser santos viviendo con amor y ofreciendo el propio testimonio en las ocupaciones de cada día, allí donde cada uno se encuentra".
No necesitamos intimidarnos con el llamado a la santidad. La santidad es esencialmente el trabajo de Dios en nosotros. Él nos da la gracia que necesitamos para ser un santo. "Deja que la gracia de tu Bautismo fructifique en un camino de santidad", dice el Papa.
"En la Iglesia, santa y compuesta de pecadores, encontrarás todo lo que necesitas para crecer hacia la santidad. El Señor la ha llenado de dones con la Palabra, los sacramentos, los santuarios, la vida de las comunidades, el testimonio de sus santos, y una múltiple belleza que procede del amor del Señor, «como novia que se adorna con sus joyas» (Is 61,10)."
Cada cristiano es llamado a la santidad. Cada cristiano está llamado a la misión. Los dos no pueden separarse. El Santo Padre escribe algo que me ha hecho parar y pensar. Él no dice que cada uno de nosotros tiene una misión. Más bien dice: "Cada santo es una misión; es un proyecto del Padre para reflejar y encarnar, en un momento determinado de la historia, un aspecto del Evangelio".
Continúa diciendo: "Así, cada santo es un mensaje que el Espíritu Santo toma de la riqueza de Jesucristo y regala a su pueblo.". No es de extrañar que haya una variedad tan rica de santos en la historia de la Iglesia. Ellos reflejan las inagotables riquezas en Cristo y en la Iglesia.
El resto de esta exhortación proporciona una guía práctica sobre el llamado a la santidad en el mundo de hoy. Él nos advierte sobre ciertas tendencias en la Iglesia y la sociedad. Hay una extensa reflexión sobre las Bienaventuranzas, sobre la cual el Papa Francisco dice:
"Son como el carnet de identidad del cristiano". En las Bienaventuranzas encontramos un retrato de Jesús que estamos llamados a reflejar en nuestras propias vidas.
El Santo Padre escribe sobre el equilibrio necesario en toda vida cristiana entre la oración y la actividad que santifica. "Somos llamados a vivir la contemplación también en medio de la acción, y nos santificamos en el ejercicio responsable y generoso de la propia misión".
Como es de esperar del Papa Francisco, él habla convincentemente de las obras de misericordia. "Si buscamos esa santidad que agrada a los ojos de Dios, en este texto hallamos precisamente un protocolo sobre el cual seremos juzgados: ‘Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme (Mt 25: 35-36) '".
Desafortunadamente, muchos de nosotros hemos sido influenciados por estereotipos negativos que distorsionan nuestras imágenes de santos. A esto, el Santo Padre responde: "No tengas miedo de la santidad. No te quitará fuerzas, vida o alegría. Todo lo contrario, porque llegarás a ser lo que el Padre pensó cuando te creó y serás fiel a tu propio ser".
O, nuevamente, "No tengas miedo de apuntar más alto, de dejarte amar y liberar por Dios. No tengas miedo de dejarte guiar por el Espíritu Santo. La santidad no te hace menos humano, porque es el encuentro de tu debilidad con la fuerza de la gracia. En el fondo, como decía León Bloy, en la vida ‘existe una sola tristeza, la de no ser santos’".