El 2 de noviembre, el periódico The Oklahoman publicó una historia sobre una atleta que es estudiante de una de las escuelas preparatorias de la Arquidiócesis de Oklahoma City. En la portada, la publicación celebraba el éxito atlético de la estudiante, pero en el fondo se refería a algo más.
Explotaba las dificultades que enfrenta la estudiante adolescente sobre su identidad sexual, lo cual técnicamente se llama disforia de género. La cual es un reto para cada vez más jóvenes, familias y escuelas. Un fenómeno que está siendo promovido, en gran parte, por personajes en redes sociales y un entendimiento distorsionado de la persona humana.
Nuestras escuelas católicas dan la bienvenida a estudiantes y familias de cualquier fe, o incluso sin fe, para colaborar en la educación de sus hijos en un ambiente totalmente católico. Es lo que somos y lo que hacemos. Sin embargo, la Iglesia Católica reconoce que vivimos en medio de un ambiente social plural, y reconocemos que ese amplio ambiente social está, como muchos de nosotros de manera personal, profundamente herido y necesitado de curación y verdad. Nuestra misión educativa católica esta cimentada en la verdad acerca de la persona humana tal y como fue totalmente revelada por Jesucristo.
El artículo publicado por The Oklahoman utilizó, y mal utilizó, el concepto de identidad a lo largo de toda la publicación. Como Cristianos Católicos, nuestro entendimiento de la identidad comienza con una afirmación fundamental: Dios es el creador, no nosotros. Somos seres creados. Y aún más hermoso que eso, fuimos creados a imagen y semejanza de Dios, como hombres y mujeres. La masculinidad y la feminidad no son intercambiables o maleables. Son complementarias y revelan en ellas una parte del misterio de Dios. El ser creados a imagen y semejanza de Dios afirma nuestra dignidad única de entre todos los otros seres de la creación de Dios. Hemos sido creados por amor y para el amor. El amor es tanto nuestro origen como nuestro destino, porque Dios es amor.
Nuestra identidad como hijos e hijas de Dios nos lleva a nuestro destino último en la eternidad con Dios en el cielo. Este es un don que recibimos por la misericordia divina a través del sacrificio de su hijo Jesucristo.
En la educación católica, promovemos una visión integral de la persona humana como clave primaria para el entendimiento de la identidad personal. Esta visión católica fundamenta toda la instrucción, sea cual sea la materia. Entendemos que no todos comparten esta visión católica. Sin embargo, proponemos nuestro entendimiento de esta verdad como una manera de ofrecerle al mundo la más grande oportunidad de prosperar en un mundo confundido, caótico y roto.
Si primero entendemos nuestra relación con Dios, podremos entendernos a nosotros mismos y nuestra relación con los demás de mejor manera. Cualquier otra identidad que asumamos debe estar subordinada a esta identidad primaria como hijos amados de Dios, nuestro Creador. Debido a que somos realmente amados por Dios, podemos reconocer a los demás, creados también a imagen y semejanza de Dios como nosotros, como dignos de amor.
Cualquier otra identidad que no esté cimentada en este entendimiento primario, es incompleta: negro, blanco, asiático, alemán, atleta, estudiante, soltero, casado, heterosexual o con atracción a personas del mismo sexo. Ninguna de estas se iguala y mucho menos reemplaza nuestra identidad y dignidad como creaturas de Dios, creados a su imagen por amor.
El peligro es que podemos hacer un ídolo de estas identidades que hemos creado nosotros mismos y arrodillarnos ante ellas. Cuando elevamos y exageramos el significado de estas identidades parciales más de su lugar debido, ellas distorsionan nuestro entendimiento de la condición humana.
Aun cuando ningún hombre o mujer puede comprender a profundidad la verdad en toda su gloria, podemos entender lo suficiente como para identificar lo que no es cierto. Las personas que niegan su identidad dada por Dios y buscan cambiarla de acuerdo con la noción que ellos mismos han elaborado, están de hecho poniéndose a ellos mismos por encima de Dios. Están creando un ídolo al negar su realidad de creaturas.
Ser adolescente es difícil. El guiar a nuestros hijos durante sus periodos de ansiedad y estrés requiere de compasión, gracia y amor, todos ellos fundados en la verdad. Nuestras escuelas católicas le dan la bienvenida y sirven a todos los estudiantes, pero lo hacemos desde un lente católico. Ofrecemos a todos nuestros estudiantes y sus familias lo mejor de nuestra comprensión católica, para que cada uno viva una vida plena, cimentada en la verdad.