Hay una diferencia substancial entre “poder” y “deber”. Este es un punto importante para entender el debate sobre la ética de las vacunas y los requisitos de vacunarse, incluyendo la vacuna contra el COVID. Este debate se está poniendo más complejo dado que los alumnos están por regresar a la escuela y los lugares de trabajo están explorando maneras de disminuir los contagios de COVID y evitar posibles cierres futuros y complicaciones.
Quiero comenzar aclarando que yo estoy fuertemente a favor de que las personas que pueden recibir una vacuna contra el COVID, y que no tienen una razón de peso para no hacerlo, sean vacunados. La Iglesia no se opone a la ciencia. El desarrollo tan rápido de una vacuna efectiva contra el COVID para combatir la pandemia global es ya un logro en sí mismo, aunque no un logro sin complicaciones.
Meses antes que la FDA aprobara la vacuna contra el COVID para uso de emergencia, expertos en ética católica, y otros, habían expresado su preocupación de que las vacunas que se estaban desarrollando usaran líneas celulares comprometidas derivadas de abortos ya sea en su producción o en su etapa probatoria. Tal conexión supondría al menos algún grado de cooperación material con el mal moral del aborto. Esto podría ser también un obstáculo para su distribución exitosa debido a objeciones de conciencia por parte de algunos que de ninguna manera recibirían una vacuna comprometida.
Como sabemos, todas las vacunas que han sido aprobadas han involucrado, ya sea en su producción o en su etapa de pruebas, el uso de células derivadas de abortos que sucedieron hace muchos años. Sin embargo, dada la gravedad de la crisis de salud pública y lo remoto del nivel de cooperación con el mal moral del aborto, tanto el Vaticano como la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos, consideraron que todo católico podía recibir la vacuna de manera lícita. De ser posible, se debería elegir la vacuna que tuviera una conexión más remota con el aborto o que no tuviera ninguna conexión, en caso de que se desarrollara una así.
La decisión del Vaticano y de los obispos estadounidenses sobre la permisividad moral de recibir la vacuna contra el COVID, fue recibida por muchos como una aprobación moral y ética de las vacunas. Sin embargo, eso sería una mala interpretación. Lo que en realidad significa es que una persona en buena conciencia puede discernir el aceptar ponerse la vacuna, aun cuando las vacunas existentes involucran algún nivel de cooperación material con el aborto.
Dadas las exigencias de salud publica, la importancia de protegernos a nosotros mismos y a aquellos que nos rodean y al hecho de que no existe otra alternativa totalmente aceptada, la autorización debe ser vista como un permiso, incluso como un permiso reacio. Es como si dijera, “puedes recibir la vacuna” en buena conciencia. Pero no significa que “debes” recibirla. En base a ello, muchos han tomado una decisión de conciencia y han recibido la vacuna, como yo.
En la moral católica, una persona nunca debe ir en contra de su juicio personal de conciencia. Como católicos tenemos la obligación, por supuesto, de formar nuestras conciencias basados en los hechos de cada caso, en un razonamiento moral solido, en la Palabra de Dios y las enseñanzas de la Iglesia. Aun aquellos que no profesan una fe tienen la obligación de obedecer el juicio de su conciencia basados en la ley natural inscrita en cada corazón humano. A ninguna persona puede obligarse a actuar contra el juicio de su propia conciencia.
Parece aparente que muchas personas han discernido que no están listos o no quieren recibir la vacuna contra el COVID. He escuchado numerosas razones para esta decisión. Algunas veces se trata de su propio juicio de que la ciencia misma no está aun completamente segura de la efectividad de la vacuna. Estas personas podrían cambiar de opinión una vez que la FDA otorgue la aprobación total a la vacuna contra el COVID. Otros siguen objetando en su conciencia el hecho de que se han usado líneas celulares comprometidas con el aborto ya sea en su producción o en la etapa de prueba. Sea cual sea la fuente de su negativa, el hecho es que las personas no deben ir en contra de su propia conciencia. Deben intentar resolver el dilema interno de conciencia antes de actuar.
En diciembre del 2020, la Congregación para la Doctrina de la Fe, del Vaticano, escribió que “el vacunarse no es, por regla, una obligación moral”. Por consecuencia, debe ser voluntario. En algunos ambientes, tales como de aquellos que trabajan en el área de la salud, la obligación de vacunarse para proteger a los más vulnerables no debe ser tomada a la ligera. Un juicio de prudencia debe siempre ser parte del discernimiento.
La Iglesia ha tomado una posición intermedia sobre las vacunas, respetando el rol de la conciencia. Reconoce que algunas personas pueden en buena conciencia recibir la vacuna, mientras que otras podrían decidir que, basados en la conexión con líneas celulares derivadas del aborto, no deben recibirla.
Mientras que los principios morales católicos afirman que una persona “puede” recibir la vacuna en buena conciencia. Los mismos principios morales católicos no pueden dar el salto y afirmar que las personas “deben” recibir la vacuna, especialmente cuando va en contra del juicio de su propia conciencia. Todo requisito de vacunación en los lugares de trabajo debe siempre incluir una excepción de conciencia, en la medida de lo posible. No se puede obligar a una conciencia sin que esto sea una violación grave de la dignidad humana.