Han pasado diez años desde que hice por primera vez el Camino de Santiago. El Camino es una red de rutas históricas que conectan varios puntos de Europa con el lugar en donde está la tumba del Apóstol Santiago el mayor, el hijo de Zebedeo, amigo de Jesús y el primer apóstol en dar su vida por el Evangelio.
Por muchos siglos, el deseo de hacer peregrinaciones ha estado profundamente enraizado en la conciencia católica. Las tres grandes e históricas peregrinaciones en la edad media llevaron a miles de peregrinos a Jerusalén, a Roma y a Santiago de Compostela en la esquina del noroeste de España. Esos destinos, y muchos otros, siguen siendo populares hoy en día para los peregrinos de nuestros tiempos. Una peregrinación es un modelo de nuestra vida cristiana. Sigue el modelo de una vida de discipulado. Es un camino espiritual. Es diferente a unas vacaciones o una caminata porque tiene un propósito espiritual. Tiene un destino específico y una motivación de alguna manera religiosa. Usualmente conlleva dificultades o sacrificios y estos sirven para poner en práctica la solidaridad y la comunión con otros compañeros en el camino.
Por más de 1,000 años, muchos santos y pecadores han caminado el Camino de Santiago como peregrinos. ¿Por qué lo hacen? Quizá hacen el camino para cumplir una manda o una penitencia por sus pecados. Muchos van buscando algún favor divino por medio de la intercesión del Apóstol Santiago, o simplemente porque algún momento de gracia en sus vidas los ha llevado a ese lugar. Al llegar a Compostela, algunos después de días, otros de semanas o meses en el Camino, los peregrinos están ansiosos por dar gracias por haber llegado sanos y salvos y por honrar la memoria del Apóstol Santiago en la magnificente catedral donde está enterrado. El camino es una expresión de la vida del peregrino, la cual es la vida cristiana. El gozo que experimentan los peregrinos al final de la dura y ardua jornada al ver por primera vez la espléndida catedral, es un diminuto eco del gozo que esperamos experimentar un día cuando entremos por las puertas del cielo.
Para mí, el Camino es como un retiro andando y la ruta es el director del retiro. Me ofrece tiempo para orar, para estar solo y en silencio, así como compañía y aventura. Pone a los peregrinos en contacto con las cosas que son concretas y reales, y con el mundo creado alrededor de nosotros, así como con nuestras propias necesidades, gozos, aspiraciones y limitaciones.
Cuando fui por primera vez a caminar las últimas 100 millas del Camino, hace 10 años con un grupo de amigos, no podía imaginarme lo que me esperaba, ni que regresaría tan frecuentemente como lo he hecho. Una de las lecciones que el Camino me ha dejado es la importancia de vivir el momento presente y poner el futuro en las manos del Señor. A principios de este mes, completé mi quinto Camino y he acumulado más de 830 millas andando distintas rutas. He caminado todas esas millas con el obispo Wall y muchas de ellas con el obispo Conley. A estas alturas hemos completado el Camino Francés en su totalidad, el que se hizo popular en la película titulada “El Camino”, además del Camino Primitivo y las últimas 115 millas del Camino Portugués.
Las personas me preguntan si ya terminé de recorrer todo el Camino. La respuesta es que, aun cuando no sé si tendré la oportunidad de regresar a España y volver a caminar el Camino del Apóstol Santiago, nuestro propio Camino sigue adelante mientras seguimos vivos. Somos peregrinos, estamos de paso viviendo en una patria que no es la nuestra. Nuestra verdadera patria está en el cielo. He sido muy afortunado de tener la oportunidad de hacer estas peregrinaciones, pero hay distintas maneras de tener experiencias de peregrinaje en el lugar donde vivimos. En los próximos meses estaremos dedicando el santuario del Beato Stanley Rother y el cerrito del Tepeyac en los territorios de este. Esos lugares serán sin duda oportunidades de peregrinación en nuestra propia arquidiócesis, y ¡hay muchos más! Ser peregrino, o estar en Camino, es una manera de vivir que podemos adoptar y hacer nuestra sin importar en qué lugar de nuestra vida estamos. ¡Buen Camino!