Hemos llegado al último libro de nuestra Biblia, el Apocalipsis que significa Revelación. Si bien no fue el último libro escrito, se coloca al final de nuestras biblias como el único libro con ese género literario en el Nuevo Testamento.
Muchos han expresado temor o inquietud con respecto al contenido divinamente inspirado de este libro, y la versión de su contenido en el cine de Hollywood no ayuda a borrar este malentendido. Cuando se interpreta correctamente, el Libro de Apocalipsis es uno lleno de esperanza y alegría en el triunfo del Cordero de Dios, nuestro Señor y Salvador, Jesucristo.
Los expertos dicen que hay alrededor de cinco formas diferentes de interpretar este libro único inspirado por Dios que sí necesita interpretación. Primero, muchos expertos ven en este libro las riñas entre la Iglesia y el estado durante el tiempo en que fue escrito. Un segundo grupo cree que el libro describe cómo era la vida en el siglo primero. Un tercer grupo interpreta el Apocalipsis como un resumen de la historia de la Iglesia a lo largo de los siglos, mientras que un cuarto grupo ve en el libro una descripción de los altibajos de la vida espiritual. Finalmente, hay algunos que lamentablemente solo ven el libro como un anticipo del fin de los tiempos, el regreso de Cristo y su triunfo final.
En mi opinión no experta, la mejor manera de interpretar el Apocalipsis es seguir el ejemplo del Magisterio y tener en cuenta los diversos puntos de vista anteriores, ya que todos contribuyen algo a nuestra comprensión del último libro del Nuevo Testamento.
Otra clave para entender el Libro de Apocalipsis, despertado por Scott Hahn y su excelente libro, "La Cena del Cordero", es verlo como una expresión de verdades ya contenidas en nuestra celebración litúrgica de la Eucaristía.
Aquí les ofrezco mi traducción de una cita del Diccionario Bíblico Católico, editado por Scott Hahn, edición en inglés. He sacado las referencias a los capítulos del Apocalipsis:
“El culto a Dios es parte de la trama y la acción principal del libro. La revelación nos presenta un culto a Dios abiertamente cristiano: está dirigida tanto a Dios como al Cordero. Las visiones están llenas de imágenes y sonidos de la liturgia de Israel. Juan ve un Templo en el cielo con el arca de la alianza, un altar de incienso, lámparas de oro, vestimentas sacerdotales, gemas sagradas, pergaminos, trompetas, ramas de palma, arpas, incienso y envases para las libaciones, y en el centro de todo el Cordero de Dios para el sacrificio. Hay canciones de alabanza: ‘¡Santo, santo, santo, es el Señor Dios todopoderoso, que fue y es y que vendrá!’ Todas estas vistas, sonidos e incluso olores son familiares en el culto del antiguo Israel: son celestiales contrapartes de las realidades terrenales. Las mismas acciones litúrgicas continúan en la Iglesia Cristiana: la revelación nos muestra que la liturgia cristiana en el día del Señor es una participación en la eterna liturgia divina que nunca cesa en el cielo.”
Los invito a leer “La Cena del Cordero”. Dios nos dio el Libro del Apocalipsis no para asustarnos, sino para darnos paz. En este libro, Dios fortalece nuestra fe, nos da una base sólida para nuestra esperanza en y a través del triunfo final de Cristo y, sobre todo, nos muestra su eterno amor y misericordia.
Allegar al final de esta serie, tengo mucho que agradecer: agradezco a Dios por el libro del Apocalipsis; por haber terminado la larga serie de este año sobre la Biblia; y por la próxima serie del nuevo año sobre la Eucaristía, el misterio de nuestra fe (mysterium fidei).