Ha pasado casi un año desde que la palabra COVID se convirtió en el pan de cada día en los hogares de nuestro país. Virtualmente todo aspecto de nuestras vidas ha sido impactado por esta pandemia global. Ciertamente la vida de la Iglesia en nuestra arquidiócesis ha sido dramáticamente impactada también.
En su debido momento, y probablemente ejerciendo un exceso de precaución, tomé la difícil decisión de suspender las misas públicas a lo largo y ancho de la arquidiócesis. Debido a que, dadas las circunstancias, era imposible cumplir con la obligación de la misa dominical de manera segura, decidí levantar dicha obligación también. Sé muy bien que muchas personas se molestaron con mi decisión. Desafortunadamente, no teníamos una guía segura que nos ayudara a navegar los muchos retos y dilemas que esta experiencia nos presentaba. Estamos todos haciendo lo mejor que podemos. Hemos tenido que aceptar limitaciones a nuestra libertad de reunirnos, de viajar y de vivir nuestras vidas tal y como lo hacíamos “antes del COVID”. Ha sido difícil para todos.
Agradezco la paciencia, creatividad y flexibilidad de nuestros sacerdotes, diáconos, catequistas, parroquianos y padres de familia, quienes han tenido que asumir un reto sin precedentes en este momento histórico. ¡Verdaderamente hemos sido testigos de héroes entre nosotros!
Comparto la pena de las muchas familias que han perdido a seres queridos debido al COVID, y de aquellos que han estado enfermos y en cuarentena. Además de los síntomas físicos, muchos han sufrido angustias mentales, emocionales y espirituales debido al miedo, a la soledad y la ansiedad que ha traído consigo la pandemia. Estos sufrimientos han todos sido reales. Todos han sido afectados, y hemos sufrido impactos económicos en muchos de nuestros hogares y muchas de nuestras parroquias también.
¡Sin embargo, no hemos perdido la esperanza! Las cosas mejorarán. Dios está con nosotros. Esta pandemia va a terminar, y probablemente comenzamos a sentir que su final está en el horizonte cercano. Al tiempo que se producen vacunas de manera ética, y su desarrollo y distribución se incrementa, más y más personas tendrán la oportunidad de protegerse ante este mal.
Con ciertas precauciones para garantizar nuestra seguridad, reiniciamos las misas públicas desde el comienzo del verano. De manera segura, las personas pueden reunirse para recibir los sacramentos, tan necesarios para nuestro bienestar y salud espiritual.
Esperamos con ansia el momento en que alcancemos la llamada inmunidad colectiva y la pandemia comience a ceder. Pero por el momento, aunque en medio de precauciones, intentamos seguir viviendo nuestras vidas. Hemos aprendido a vivir bajo estar condiciones, pero siempre pensando en que un día lo haremos con menos restricciones.
Me he reunido con mi personal para revisar algunas de las directrices de seguridad que impuse cuando reabríamos las misas públicas y otras reuniones de vital importancia para la vida y el ministerio de las parroquias, incluyendo la educación en nuestras escuelas. Pronto haré modificaciones a esas directrices para permitir mayor flexibilidad, aprovechando lo que hemos aprendido de nuestra experiencia y las recomendaciones de los expertos de salud.
La vacuna traerá consigo un cambio. Aunque algunas precauciones podrían mantenerse en pie por algún tiempo (cubre bocas, distanciamiento y desinfectantes). Muchos ya reconocen que asistir a la misa dominical es seguro. Y han reconocido también su profundo deseo y necesidad de recibir la Eucaristía y la importancia de estar en contacto con los demás miembros de la comunidad (de manera segura) durante la misa. Entiendo también que existen otros para los que, debido a su propia vulnerabilidad o la necesidad de cuidar a seres queridos, no es posible aun regresar a la misa pública de manera segura.
Desafortunadamente, estoy consciente también que muchos otros simplemente han perdido el hábito de asistir a misa los domingos. Quizá es porque dependen ahora de la misa en línea y disfrutan de la conveniencia que esta conexión virtual les ha ofrecido en estos tiempos de emergencia.
Al tiempo que la emergencia va cediendo y las vacunas se hacen más disponibles, También es momento de considerar el regreso a la misa. La dispensa de la obligación de la misa dominical fue solamente una medida temporal. No durará para siempre. Tenemos la obligación de alabar a Dios de la manera que quiere ser alabado.
Nuestro Señor nos dejó la Eucaristía y estableció la misa para que pudiéramos adorarlo de la manera que quiere ser adorado. Además de la obligación de adorar a Dios, tenemos la necesidad de recibir la gracia de los sacramentos. Todos aquellos que gozan de buena salud, deberían acercarse a recibir el sustento spiritual que Dios nos ofrece a través de la Eucaristía. ¿Para qué posponerlo?
Si aun no has regresado a misa, te invito a que lo hagas. El Señor te espera, así como te esperan tus hermanos. Si algo hemos aprendido en este tiempo de pandemia, es la importancia de pertenecer. Perteneces a Cristo y a su Iglesia. ¡Es hora de volver a casa!