El hijo de Abbá es amor encarnado
Por Pedro A. Moreno, O.P.
Secretariado de Evangelización y Catequesis
Jesucristo, en la plenitud de su humanidad, es verdaderamente nuestro hermano mayor. Jesucristo, en la plenitud de su divinidad, es verdaderamente Dios, Salvador y Redentor. Él es el primogénito, el primero resucitado, que nunca más volverá a morir, de una multitud de hermanos y hermanas.
Los Evangelios son nuestra principal fuente de la Buena Nueva del don de la vida y el amor en una cruz que nos reconcilia a todos a nuestro Abbá celestial. Su Palabra nos guía en nuestro llamado a ser su imagen, su reflejo, en el mundo. Después de iluminar las oscuridades con esa luz llena de su Santo Espíritu, solo Jesús puede llevarnos a Abbá, nuestro amoroso y omnipresente Padre Celestial. El párrafo 381 del Catecismo lo dice claramente:
" El hombre es predestinado a reproducir la imagen del Hijo de Dios hecho hombre ´imagen del Dios invisible´, para que Cristo sea el primogénito de una multitud de hermanos y de hermanas".
Incluso después de que ascendió al cielo, nuestro hermano mayor no nos abandonó, nunca nos abandona, siempre está con nosotros. Jesús prometió permanecer con sus hermanos y hermanas hasta el final de los tiempos. Lo logró enviándonos el maravilloso regalo de su Santo Espíritu.
Como resultado de que cada uno de nosotros comparte su único Espíritu Santo, nuestra comunión, nuestra amistad con Jesús se ha vuelto más intensa.
Ahora somos todos, a través de su Espíritu, hermanos y hermanas, miembros de su cuerpo, la Iglesia. Solo uniéndonos en Jesús, siendo uno con Él y los unos con los otros en su Espíritu Santo de amor, podemos ser parte de esa vida de comunión íntima con Abbá.
Esta temporada cuaresmal los invito a acercarse a nuestro hermano mayor. Abra su Evangelio favorito y pase tiempo con él. Después de escuchar su Palabra, habla con él. Él siempre está escuchando.
Ábrete a tus hermanos y hermanas necesitados; Él está presente en cada uno de ellos. Ábrete a nuestro hermano mayor que sacrificó tanto por nosotros uniéndonos a Él en sus sufrimientos a través de algún tipo de penitencia. Sus sufrimientos continúan en nuestros hermanos y hermanas que sufren de muchas maneras.
De manera especial, los invito a unirse a la comunidad parroquial en su servicio de penitencia de Cuaresma. A través de la celebración del Sacramento de la Reconciliación, se convierte en el primer hermano con el que nos reunimos. El Catecismo nos recuerda en el párrafo 1424 que:
"... Se le denomina sacramento de reconciliación porque otorga al pecador el amor de Dios que reconcilia: ´Dejaos reconciliar con Dios´. El que vive del amor misericordioso de Dios está pronto a responder a la llamada del Señor: ´Ve primero a reconciliarte con tu hermano´".
Que este tiempo de Cuaresma, nuestro viaje hacia el triunfo de la Pascua del Señor sea uno en el que nos acerquemos mucho a nuestro hermano mayor.