by Pedro A. Moreno, O.P. Secretariado de Evangelización y Catequesis
Su espiritualidad está fuera de este mundo
El cuarto Evangelio se atribuye Juan el apóstol, el "discípulo amado", hijo de Zebedeo. Este testimonio escrito e inspirado por Dios de nuestro Señor y Salvador Jesucristo es muy diferente de los tres evangelios anteriores. Juan es el evangelio más teológico y la profundidad de pensamiento, combinado con las alturas de sus ideas, nos invitan a saborearlo lentamente y con mucha oración y reflexión.
El objetivo de sus palabras profundas es simple. Nos muestra que Jesús, Dios y hombre, es el Mesías:
“Estas han sido escritas para que crean que Jesús es el Cristo
(Ungido/Mesías), el Hijo de Dios. Crean, y tendrán vida por su Nombre.” (Juan 20, 31).
Juan, parte del círculo íntimo de Jesús, se refiere a sí mismo como el "discípulo amado" varias veces:
“Uno de sus discípulos, el que Jesús amaba, estaba recostado a su lado en la mesa” (Juan 13, 23).
“Jesús, al ver a la Madre y junto a ella al discípulo que más quería, dijo a la Madre: ‘Mujer, ahí tienes a tu hijo’.” (Juan 19, 26).
“El discípulo al que Jesús amaba dijo a Simón Pedro: ‘Es el Señor.’” (Juan 21, 7).
“Pedro miró atrás y vio que lo seguía el discípulo al que Jesús amaba…” (Juan 21, 20).
Juan el apóstol es el autor principal inspirado por Dios del cuarto evangelio, otros probablemente ayudaron con alguna edición. Varios padres de la Iglesia nos aseguran que las referencias al "discípulo amado" son la forma codificada del apóstol Juan de referirse a sí mismo. El amor es un tema clave en el Evangelio. ¡Hay mucho amor en el Evangelio de Juan!
El Evangelio tiene un esquema simple y comienza con un prólogo hermoso y profundo, que sirve como un resumen del Evangelio. Le siguen dos secciones principales: El Libro de los Signos y El Libro de la Gloria. Aquí hay una selección del hermoso prólogo:
“En el principio era el Verbo (la Palabra), y el Verbo estaba ante Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba ante Dios en el principio. Por él se hizo todo, y nada llegó a ser sin él. Lo que fue hecho tenía vida en él, y para los hombres la vida era luz. La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la impidieron… Y el Verbo se hizo carne, puso su tienda entre nosotros, y hemos visto su Gloria: la Gloria que recibe del Padre el Hijo único; en él todo era don amoroso y verdad… De su plenitud hemos recibido todos.”.
El padre Francis J. Moloney, S.D.B., en su monumental obra "El Evangelio de Juan", publicado por Liturgical Press en inglés, como parte de su serie Sacra Pagina, comienza su comentario sobre el prólogo del evangelio de Juan con la siguiente declaración:
“El prólogo juega un papel importante en la retórica del Cuarto Evangelio. Juan 1: 1-18 informa al lector que Jesucristo es la encarnación de la Palabra preexistente y que la vida, la luz y la filiación divina fluyen de la aceptación de la historia del Dios invisible revelado por la Palabra encarnada. Esta historia perfecciona el antiguo don de la Ley dado a través de Moisés. Sin embargo, esta teología y cristología solo se han afirmado. Al lector se le ha dicho quién es Jesús y lo que ha hecho, pero una pregunta importante sigue sin respuesta: ¿cómo tuvo lugar esta acción de Dios en la historia humana? Solo una historia Joánica de Jesús puede responder a esa pregunta.”