Restringir el aborto no lo es todo. Necesitamos abrir nuestras puertas a madres y niños vulnerables.
“Si estás embarazada y necesitas ayuda, acércate a la Iglesia Católica”.
Estas fueron las palabras del Cardenal John O’Connor hace más de 30 años, cuando fundó en New York a las Hermanas de la Vida, una orden religiosa católica pro-vida. Sus palabras eran una invitación y bienvenida a todas las madres embarazadas que no tenían a donde más acudir, y un llamado a la Iglesia en los Estados Unidos para actuar como guardianes de todos los hijos de Dios. Sus palabras eran totalmente ciertas en ese entonces, y probablemente lo son aun más en nuestros días.
La Iglesia Católica en los Estados Unidos se encuentra al borde de un nuevo comienzo. El 24 de junio, la Corte Suprema de los Estados Unidos derogó el infame precedente Roe vs Wade, regresando así la autoridad sobre la legalidad del aborto a los gobiernos estatales y a los corazones y las mentes de los norteamericanos.
La derogación de Roe representó un primer paso necesario en el camino de la construcción de una cultura de la vida, desde la concepción hasta la muerte natural, y para ponerle fin a la cultura del aborto y la muerte. La decisión de la corte en el caso Dobbs vs Jackson Women’s Health Organization salvará muchas vidas y nos ayudará a afirmar la dignidad humana en todas las etapas de su desarrollo. Pero el fin de Roe, como diría Churchill, es solo el fin del principio.
Es también un recordatorio de nuestra obligación como católicos. Por nuestro bautismo, somos llamados a descubrir a Cristo en cada vida humana, a trabajar y orar por una sociedad cuyas leyes reflejen la dignidad inherente en la persona humana. Este compromiso nos exige que creemos alternativas al aborto, para hacerlo incluso impensable. El fin de Roe nos reta de nuevo a abrir nuestros corazones, y nuestras puertas, a las madres y sus hijos que necesitan un lugar donde vivir y opciones de adopción, abrirnos a lo que el Papa Francisco llamó “la más grande forma de amor, y de paternidad y maternidad”.
Hace un año, la misma corte protegió de manera unánime los ministerios católicos que sirven a niños vulnerables que necesitan hogares temporales y de adopción. En el caso Fulton vs la Ciudad de Philadelphia, los jueces sentenciaron que la agencia de servicios sociales católicos, que sirve en el corazón de la ciudad de Philadelphia, podía seguir cumpliendo su misión de ofrecer hogares temporales de acuerdo con la misma fe que los anima en su misión. El caso Fulton fue una victoria mayor para la libertad religiosa y para personas de fe a lo largo y ancho del país. Pero fue también un llamado importante para que la Iglesia redoblara sus milenarios servicios hacia los más vulnerables entre nosotros.
Antes de la decisión en el caso Fulton, varios servicios católicos de hogares temporales y de adopción en los Estados Unidos, incluyendo algunos en California, Illinois, Massachusetts, New York y el Distrito de Columbia, tuvieron que cerrar sus puertas ante las exigencias de los gobiernos locales y estatales de que apoyaran relaciones entre personas del mismo sexo. Al ponerle fin a décadas de servicio a los más necesitados, dejaron un gran número de niños sin un hogar amoroso y potencialmente perdiendo la oportunidad de encontrar la bendición de una adopción.
Es momento que las diócesis a lo largo y ancho del país reabran y refuercen estos ministerios que afirman el derecho a la vida de niños en necesidad. Es imperativo que, como católicos, respondamos a esta llamada con entusiasmo, no solo para ayudar a la crisis de escasez de hogares temporales en nuestro país, sino para proveer una tierra buena a las madres embarazadas que vivirán una América después de Roe.
Por décadas, nuestro país ha visto el aborto como una solución a un problema, un arreglo fácil a una carga no deseada. Los católicos debemos comprometernos a eliminar esta premisa profundamente anti-humana. No bastan las palabras y las declaraciones. Debemos servir a los más vulnerables de nuestro país con acciones y hechos. Debemos ayudar a madres y niños en necesidad, y debemos motivar a nuestros hermanos y hermanas en Cristo a que hagan lo mismo.
En el caso Fulton, la Corte Suprema revindicó el derecho de los servicios de hogares temporales y adopción católicos a continuar ofreciendo sus servicios de acuerdo con su fe. Es momento ahora de aprovechar esta libertad con toda la fuerza. El apoyo a ministerios que afirman la vida, tales como centros de ayuda para mujeres embarazadas, agencias de adopción y hogares temporales, es un buen comienzo. Todas las diócesis católicas del país, las iglesias, las escuelas, las familias y cada individuo son esenciales en este esfuerzo.
Es solo trabajando juntos con fe y confianza que nuestras comunidades católicas, en cada estado del país, pueden restaurar la dedicación de los Estados Unidos a atesorar el milagro de la vida.
Publicado originalmente en el Wall Street Journal el 10 de julio del 2022.