Octubre es el Mes del Respeto a la Vida. Cada año tenemos la oportunidad de renovar nuestro compromiso profético de promover la dignidad humana y la santidad de cada vida desde la concepción hasta la muerte natural. La dignidad humana es un don que recibimos de nuestro Creador que nos crea a su imagen y semejanza. Aunque podemos dañar esa dignidad por nuestra pecaminosidad, no podemos desarraigarla ni destruirla por completo. No es algo que ganamos o podemos perder. No nos lo concede un gobierno, sino es creado por Dios en nosotros. Él solo es el Señor de la vida.
El Mes del Respeto a la Vida es un buen momento para enfocarse en una parte importante de la enseñanza moral profética de nuestra Iglesia sobre la santidad de la vida que a menudo pasamos por alto o cuestionamos. Me refiero a la pena de muerte.
En los últimos años, hemos sido testigos de un desarrollo auténtico de las enseñanzas de la Iglesia sobre el uso de la pena de muerte. En 1999, San Juan Pablo II pidió el fin de la pena de muerte, que describió como "cruel e innecesaria". En 2011, el Papa Benedicto XVI dijo: "Los líderes de la sociedad deben hacer todo lo posible para eliminar la pena de muerte". En 2018, el Papa Francisco revisó el Catecismo de la Iglesia Católica para que de aquí en adelante se lea: “Por tanto la Iglesia enseña, a la luz del Evangelio, que «la pena de muerte es inadmisible, porque atenta contra la inviolabilidad y la dignidad de la persona», y se compromete con determinación a su abolición en todo el mundo. (CIC, 2267).
Mientras la Iglesia está llegando a una apreciación más clara de la incongruencia entre la pena de muerte y nuestra convicción fundamental sobre la dignidad humana y la santidad de cada vida humana, otros factores también están llevando a una creciente comprensión en la sociedad de que ha llegado el momento de eliminar la pena de muerte.
Seamos claros, reconocemos el daño causado a las víctimas del delito y a la sociedad en general debido a los atroces actos de violencia. Nosotros respaldamos y promovemos la justicia. Debemos apoyar y ayudar a las víctimas del crimen. Sin embargo, podemos proteger a la sociedad y castigar el crimen sin recurrir a la pena de muerte.
El uso de la pena de muerte solo contribuye al continuo recrudecimiento y vulgarización de la sociedad y a la espiral de violencia. Tomar otra vida en última instancia no trae cierre y paz a aquellos que han perdido a un ser querido a través de un crimen violento. La justicia es necesaria, pero no es suficiente. Como William Shakespeare escribió: “La misericordia modera la justicia”. La misericordia perfecciona la justicia, sana y trae cierre. Este es el mensaje de la Cruz y la Resurrección.
Durante muchos años, hemos tolerado la pena de muerte en base a nuestra creencia de que fue un elemento disuasorio del crimen. Los hechos no lo confirman. De hecho, el 88 por ciento de los criminólogos no aceptan esta afirmación. Las áreas del país con las tasas de ejecución más altas también tienen las tasas de criminalidad más altas. Por el contrario, aquellas áreas del país con las tasas de ejecución más bajas también tienen las tasas de criminalidad más bajas.
Hay muchos otros factores que debemos considerar. Si bien el ejecutar a una persona es un final, nuestro sistema no es infalible. Hasta la fecha, han habido 166 exoneraciones de condenados a muerte. Estos a menudo se han basado en pruebas de ADN que no estaban disponibles en el momento del juicio. Un perfil de los reclusos condenados a muerte y los ejecutados muestra que son desproporcionadamente pobres, personas de color y personas que sufren discapacidades intelectuales o enfermedades mentales. Al contrario de lo que muchos creen, es mucho más costoso ejecutar a un criminal que sentenciar a esa persona a cadena perpetua sin libertad condicional.
Durante muchos años, la corriente de la opinión pública se ha alejado del apoyo a la pena de muerte. El número de ejecuciones ha disminuido drásticamente desde 1999 y un número creciente de estados lo están eliminando por completo. Sin duda, es motivo de preocupación que el gobierno federal haya decidido recientemente comenzar nuevamente las ejecuciones por delitos federales, algo que no ha ocurrido desde 1993.
Sé que en Oklahoma las personas generalmente están firmemente a favor de proteger a los no nacidos inocentes de la violencia del aborto. Es más difícil para muchos entender y aceptar con igual convicción las enseñanzas de la Iglesia sobre la inadmisibilidad de la pena de muerte. Pero, hay consistencia en nuestra posición basada en la dignidad inviolable de cada persona.
Animo a todos a estudiar y orar sobre este tema. Los interesados en aprender más encontrarán valiosos recursos a través de la Red de movilización católica. Estos están disponibles en https://catholicsmobilizing.org/es/inicio.