by Luis Soto, Subdirector Ejecutivo del Secretariado de Evangelización y Catequesis
Cada 6 enero, en la tradición latina, se celebra no solo la fiesta litúrgica de la Epifanía, sino como tradicionalmente se llama, la venida de los Reyes Magos. En tono de broma, en México se dice que el 12 de diciembre comienza una fiesta de casi un mes que se llama Guadalupe-Reyes. Es decir, que comienza en la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe y termina en el día de los Reyes Magos.
Si creciste en un hogar mexicano, Santa Claus podría no ser tan popular como los Reyes Magos. Son ellos a final de cuentas quienes traen regalos al Niño Jesús. Y esos regalos se comparten ahora con todos los niños del mundo. Personas vestidas de Reyes Magos pueden verse por todas las calles de las ciudades. Y los niños jubilosos se les acercan para recordarles los regalos que esperan recibir. Estos tendrán que poner zapatos junto al árbol de navidad o a la entrada de la casa, para que los reyes pongan sus regalos en ellos.
El día 6 enero también se parte la tradicional Rosca de Reyes. La tradición es muy similar al pastel de reyes que come en New Orleans. Un pastel ovalado con fruta seca de colores que se come ese día en conmemoración de la venida de los Reyes Magos: Melchor, Gaspar y Baltazar. La forma de la rosca es ovalada, para simbolizar una corona. La corona del Rey Herodes que buscar matar al recién nacido Jesús. Por eso tiene fruta seca de colores. Para representar las joyas de una corona. Otros afirman que su forma ovalada nos recuerda de la naturaleza eterna de Dios, sin principio ni fin.
Dentro de la rosca se encuentra el tesoro mayor de todos. Una figura de un niño, representando al niño a Jesús ha sido escondida dentro de la rosca. Esto representa a José y María huyendo a Egipto, en otras palabras, “escondiendo” al bebé Jesús de las maldades del Rey Herodes. Inevitablemente, al partirla, alguien será el afortunado o afortunada de encontrarlo. Quien lo haga tendrá una encomienda especial.
Todas las celebraciones latinoamericanas apuntan siempre a otras celebraciones. Todas buscan hacer crecer la vida comunitaria y fortalecer los lazos de hermandad. En este caso, la persona que corte la rosca precisamente en el lugar donde está escondida la figura, tendrá la obligación de organizar una comida con tamales el día 2 de febrero. El día de la Presentación del Señor. Será de alguna manera el padrino o la madrina del niño a ser presentado y tendrá que invitar la comida, hecha de tradicionales tamales, a todos los ahí presentes.
Como todas las celebraciones tradicionales y culturalmente simbólicas, esta también se está perdiendo. Nos quedamos más con el pastel y la rosca y el atole (bebida dulce hecha a base de maíz), pero olvidamos recordar de manera orante el acontecimiento.
Debemos ser personas generosas y en busca de Jesús, como los reyes magos. Ellos caminaron a su encuentro siguiendo la señal de lo alto. Nuestra vida es de alguna manera parecida. Caminamos en busca del Señor Jesús para entregarle nuestros regalos. Nuestro corazón, nuestra vida. Debemos buscar adorarle y reconocerle como verdadero rey de nuestras vidas.
Debemos llevarlo “escondido” en lo más profundo de nuestro corazón y celebrar con gozo nuestro encuentro con él. Como comunidad de hermanos que se quieren, se respetan, se buscan y se llenan de gozo al estar unidos.
Hoy vivimos tiempos difíciles. De miedo, pandemia, muertes e inseguridades. Tiempo de divisiones, de conflictos de todos tipos y en todos lugares. Que el recordar al Señor Jesús como nuestro Rey y manifestado al mundo entero, nos ayude a tenerle como centro de nuestras vidas. A adornar nuestros corazones con colores bellos y brillantes.
Podrá ser un poco tarde cuando lees esto para recordar el significado de la rosca, pero no es tarde aún para conmemorar su vida entre nosotros, nuestro camino de seguimiento y los dones que queremos ofrecerle. Disfrutemos los tamales y, si nos tocó regalarlos, hagámoslo con alegría y con la mejor disposición de celebrar nuestra vida en familia y comunidad de fe.