by Luis Soto, Subdirector Ejecutivo del Secretariado de Evangelización y Catequesis
Una de las preguntas más frecuentes que recibo acerca de los católicos hispanos, es sobre la posición de los hispanos en temas Pro-Vida. De manera concreta, me preguntan por qué los Hispanos, si dicen ser Pro-Vida, no apoyan mayormente a candidatos Pro-Vida cuando se trata de elecciones.
De hecho, de acuerdo con estadísticas, los hispanos somos el grupo étnico más Pro-Vida. Entre los católicos hispanos, el 52% cree que el aborto debe ser siempre ilegal. El porcentaje llega hasta el 60% cuando se trata de hispanos nacidos fuera de los Estados Unidos. Inmigrantes. Sin embargo, el 66% de los hispanos votaron a favor de candidatos abiertamente en apoyo al aborto en las pasadas elecciones.
La respuesta es difícil de articular. Los obispos han afirmado con vehemencia que los hispanos somos una bendición para la Iglesia Católica de los Estados Unidos. En el histórico documento llamado Presencia hispana, desafío y compromiso, afirmaron que los hispanos somos una bendición para la Iglesia Católica porque vivimos una fe que es inseparable de la vida. Y que se demuestra a través de: un profundo respecto por la dignidad de cada persona, un amor profundo reverente por la familia, un maravilloso sentido de comunidad y fiesta, una apreciación amorosa por del don de la vida que viene de Dios y una devoción mariana auténtica y consistente.
Todo ello es verdad. Al menos de alguna manera es verdad. El problema radica en que los hispanos no somos un grupo homogéneo. Si bien usamos el término hispano para referirnos a todas las personas que proceden de un país de habla hispana, en realidad hispano es algo más complicado. Como yo muchas veces digo, yo no era hispano hasta que vine a los Estados Unidos. Antes de eso, mi identidad era simplemente la de mi país de origen. El término hispano ha sido pensado con fines políticos y sociológicos.
Sin embargo, hispano es el nombre oficial usado por la Iglesia en los Estados Unidos. Y sin duda los hispanos representamos el grupo étnico de más rápido crecimiento en la Iglesia y, por ello, es esencial involucrar a este importante grupo en todas las actividades de evangelización y sociales que adelanta la Iglesia.
Cuando se trata de actividades o esfuerzos por defender la vida, sin embargo, los hispanos podemos mejorar grandemente. Los hispanos, aunque comunitarios y solidarios, no tenemos el sentido amplio de participación social y política que pueden tener los anglosajones. El sentido de solidaridad y compromiso comunitario es mucho más prevalente en los Estados Unidos que en cualquier otro país.
Por ejemplo, mientras que Estados Unidos reúne aproximadamente 2 millones de organizaciones civiles (categoría que no es del todo equivalente a la de organizaciones no lucrativas), o una por cada 150 habitantes; en Chile hay 35 mil, una por cada 428 chilenos; pero en México, sólo 8,500, una por cada 13 mil habitantes. Mientras que el 85% de los estadounidenses participan en cinco o más asociaciones, en un país como México, 85% de los ciudadanos no pertenecen a ninguna. Y esto lo escribe un mexicano.
El compromiso social con causas que consideramos nobles y nuestras, no es lo que nos identifica. Pensamos que nuestro involucramiento no hará la diferencia, ni vale pena. Que lo haga alguien más decimos.
Los católicos hispanos, sin embargo, tenemos la responsabilidad de llevar a la práctica y a la sociedad, lo que profesamos en el credo. Que Dios es un Dios de la vida. Y que toda vida es un don suyo inalienable. Este es un derecho que, aunque obvio, no podemos dar por sentado. Si no lo defendemos, lo perdemos.
El compromiso de fe de todo católico debe estar necesariamente vinculado a la defensa de la vida. De toda vida. Desde su concepción hasta su muerte natural. Defendiendo los derechos de los nacidos, así como de los no nacidos. Y considerando a estos últimos una prioridad debido a que son los más vulnerables de todos.
En este mes que recordamos el aniversario de la legalización del aborto en los Estados Unidos, pensemos sobre lo que significa para nosotros y nuestra fe. No puede ser algo que solamente creemos en privado y no llevamos a la práctica. La vida se defiende siempre y en todo momento.