Cuando era adolescente y crecía en un hogar católico, nunca tu ve dudas sobre lo que tenía que hacer los domingos en la mañana. Si alguna vez me atrevía a quejarme de tener que levantarme para ir a misa, la respuesta de mis padres era predecible: "Mientras vivas bajo este techo, irás a misa el domingo por la mañana". (El sábado por la noche fue un sustituto aceptable). Era lo que hacíamos. Y punto. Si viajábamos el fin de semana, siempre teníamos que planear asistir a misa en algún lugar. ¡A veces eso presentaba un desafío! Éramos una familia católica ordinaria. Faltar a la misa dominical simplemente no era una opción.
Los tiempos ciertamente han cambiado. En las últimas décadas, el número de católicos en los Estados Unidos que asisten regularmente a la misa dominical ha disminuido drásticamente. Afortunadamente, la sabiduría de la Iglesia en este asunto no ha cambiado y los Mandamientos de la Iglesia son tan claros como siempre.
Como mencioné en mi columna anterior, los Mandamientos de la Iglesia están destinados a garantizar el mínimo necesario en el espíritu de oración, vida sacramental y compromiso moral para asegurar nuestro crecimiento continuo en el amor a Dios y al prójimo. Nos recuerdan lo que necesitamos para vivir como discípulos fieles.
A medida que comenzamos a salir de esta pandemia global, en la cual nuestras rutinas y prácticas familiares se han visto afectadas, incluyendo nuestra participación en la misa, tal vez necesitemos un recordatorio. Necesitamos la Eucaristía dominical. Es la base de nuestras vidas como católicos. Es la fuente de la vida divina de la gracia y la cumbre de todo culto cristiano. Por tanto, el primer Mandamiento de la Iglesia Católica dice: “oír misa entera los domingos y demás fiestas de precepto y no realizar trabajos serviles” (Catecismo de la Iglesia Católica, 2042).
El domingo es el día del Señor. Como día de la Resurrección, es diferente de los demás días de la semana y debe tratarse así. Esto incluye, por supuesto, la seria obligación de participar en la Misa.
Ahora que se ha restaurado la suspensión temporal de la obligación dominical, debemos reflexionar sobre la importancia del domingo en la vida cristiana. Muchos experimentaron un hambre renovada por la Eucaristía cuando no era fácilmente accesible. Otros simplemente dejaron el hábito. ¿Qué significa el domingo para nosotros? La misa debería ser central. ¿Lo es?
Pero honrar el día del Señor significa más que la misa dominical. También significa que debemos abstenernos de trabajos innecesarios y preocupaciones comerciales que nos distraigan de la adoración del Señor y del gozo que es propio del día del Señor. El domingo es un día de descanso y está destinado a la relajación de la mente y el cuerpo. Está pensado para la familia y para atender aquellas cosas que nutren nuestra fe y expresan nuestro amor y preocupación por los demás.
La observancia plena y adecuada del Día del Señor es el antídoto necesario contra los efectos deshumanizadores de una sociedad materialista y una cultura de consumo que ignora los derechos de Dios y trata a los seres humanos como meros engranajes de la maquinaria económica.
Nuestra participación en la celebración comunitaria de la misa dominical es testimonio de nuestra pertenencia a Cristo y a su Iglesia. Por la importancia de la Eucaristía dominical en términos de nuestro deber hacia Dios y nuestro propio bienestar espiritual, quienes no participan sin motivo grave como una enfermedad o las exigencias de la caridad, cometen un pecado grave. Lo mismo ocurre con los días santos de precepto que celebran los principales misterios de nuestra fe.
Como nos recuerda el Catecismo de la Iglesia Católica, “Santificar los domingos y los días de fiesta exige un esfuerzo común” (2187). Los cristianos deben evitar, en la medida de lo posible, hacer exigencias innecesarias a los demás que les impidan observar el Día del Señor.
A la hora de programar actividades deportivas, hacer quehaceres y tareas del hogar o ir de compras, debemos preguntarnos si estas actividades están en consonancia con el espíritu del Día del Señor como día de oración y esparcimiento. ¿Se pueden posponer estas actividades? ¿Separan a las familias o impiden que otros cumplan con sus obligaciones religiosas? Si es así, deben evitarse. Hay que reconocer que el trabajo de algunas personas les obliga a trabajar los domingos. Aun así, los empleadores tienen la obligación de garantizar que sus empleados tengan la oportunidad de cumplir con sus deberes religiosos.
Nuestra cultura secular ha perdido el sentido del carácter sagrado del domingo. Trata el domingo como cualquier otro día hábil. Uno de los dogmas del credo secular parece ser: el tiempo es dinero.
La visión católica es distinta. El tiempo es sagrado. Dios ha santificado el tiempo a través de su obra de creación y redención. Mantener el día del Señor santo reconoce esta verdad. El domingo es el día principal sagrado de obligación. Depende de nosotros reclamar la reverencia especial debida al Día del Señor. ¡Podemos comenzar haciendo de la misa dominical, la prioridad que merece que sea cada semana!