En mis recorridos por la arquidiócesis, tengo la dicha de celebrar la Misa con muchos de nuestros discípulos más jóvenes. Me encanta conocer a estos estudiantes, a lo mejor durante una visita a la escuela o en alguna Confirmación. Estos estudiantes de secundaria y bachillerato me inspiran y me animan, pero sobre todo ¡me dan esperanza!
En un mundo lleno de distracciones y valores contradictorios, hay tantas personas que dedican su tiempo y su talento a servir a Dios y a su Iglesia en sus parroquias y en la sagrada liturgia, aunque sólo sea durante una hora.
En estas ocasiones siempre intento sembrar algunas semillas de ánimo en mis conversaciones con estos jóvenes. Tal vez el Señor los está llamando para hacer algo más. A lo mejor su deseo de servir a Dios es verdaderamente una vocación para servir a su Iglesia como sacerdote o como persona consagrada.
Ciertamente, el Señor llama a muchos a trabajar en su mies, pero lamentablemente, muchas llamadas no son atendidas.
Una verdadera llamada del Señor no espera una respuesta casual o tibia. Jesús mismo le dice a Pedro: “Les aseguro que el que haya dejado casa, hermanos y hermanas, madre y padre, hijos o campos por mí y por la Buena Noticia, desde ahora, en este mundo, recibirá el ciento por uno… en medio de las persecuciones; y en el mundo futuro recibirá la Vida eterna”. (Marcos 10,29-30).
Ya que fui criado en un hogar católico, con frecuencia se me animaba a estar abierto a la vocación. Durante años me resistí e hice oídos sordos, y el Señor finalmente se abrió paso, pero esa es una historia para otra columna.
En nuestra arquidiócesis tenemos la bendición de contar con 18 hombres que ya han dado un paso decisivo hacia una vida de servicio en la Iglesia de Dios al convertirse en seminaristas. Estos hombres proceden de parroquias de Oklahoma City, Edmond, Lawton, Enid, Woodward, Yukon, Norman y Moore. En estas comunidades, el Señor ha actuado a través de sus ministros, incluidos mis hermanos sacerdotes y diáconos, y a través de ustedes, su rebaño fiel, para animar a estos jóvenes a dar ese paso hacia una vida dedicada al servicio.
Entre nuestros seminaristas, 10 respondieron a esa llamada al terminar sus estudios secundarios de bachillerato. Su formación en casa y a través de los grupos juveniles de sus parroquias y de las escuelas católicas les proporcionó la confianza y las herramientas de discernimiento necesarias para reconocer y responder a la llamada de Dios en sus vidas.
Enviamos a estos seminaristas al Saint John Vianney College Seminary en Saint Paul, Minnesota, donde se forman para ser seguidores de Jesús en su Iglesia durante su período de formación en el seminario propiamente denominado “discipulado”.
Nuestros otros seminaristas respondieron al llamado de Dios después de haber realizado estudios universitarios, militares o profesionales. Los seminaristas que ya tienen un título universitario son enviados a uno de nuestros cuatro seminarios asociados en todo el mundo: St. John Vianney Theological Seminary en Denver; Mount Saint Mary’s Seminary en Emmitsburg, Maryland (mi alma máter); Pope Saint John XXIII National Seminary a las afueras de Boston; o al North American College en Roma.
A medida que se acercan a la ordenación, se les forma con más intención de modelar sus vidas según la persona de Jesucristo el sumo sacerdote, y es por eso por lo que este período de formación se conoce con justa razón como “configuración”.
Estos hombres pasan entre 5 y 10 años en la formación del seminario. Mientras sus otros amigos se casan y comienzan familias, trabajos o carreras, estos hombres se esfuerzan a través del proceso de formación sacerdotal para convertirse en los dedicados servidores que nuestra Iglesia necesita hoy, mañana y en las décadas venideras.
En nuestro Avivamiento Eucarístico vigente en los Estados Unidos, se nos recuerda que la Misa, que es el centro de nuestra fe católica, sólo es posible ¡gracias a los sacerdotes! Estamos muy agradecidos por los sacerdotes que sirven en nuestras iglesias hoy y por los que nos han precedido. Pero necesitamos urgentemente sacerdotes que lleven la Eucaristía a todos los fieles de Dios aquí en el centro y oeste de Oklahoma durante los próximos años.
Así que, por favor, apoya a nuestros seminaristas y anima a los jóvenes a estar abiertos a la posibilidad de que Dios pueda llamarlos para ser sacerdotes. Este mes, comenzamos nuestra Campaña Anual para Seminaristas, que cubre las necesidades educativas y de otro tipo de nuestros seminaristas actuales y futuros. Sin tu generosidad y tu apoyo en la oración, su camino al sacerdocio no sería posible.
Les agradezco su generoso donativo para apoyar a los futuros sacerdotes de nuestra Iglesia local. Igualmente importantes son sus oraciones y el ánimo para estos jóvenes. Por favor, ayúdame a sembrar semillas de vocaciones sacerdotales en los corazones de nuestros futuros seminaristas y sacerdotes.
A nuestros seminaristas en formación, les recordamos que están en nuestras oraciones y los dejo con las palabras del papa San Juan XXIII que animaba a los seminaristas en Roma, diciendo: “Sus corazones jóvenes, que esperan con impaciencia recoger las futuras cosechas de almas, sepan bien que no están (preparándose) para puestos de privilegio; al contrario, están aquí para convertirse en los colaboradores más dispuestos, hábiles, humildes y generosos de sus obispos y de sus hermanos sacerdotes, que tanto cuentan con ustedes”.
Contamos con ustedes para que nos traigan la Eucaristía a las generaciones venideras.