El Arzobispo Coakley se encontraba de viaje en el extranjero en el momento del último plazo de Sooner Catholic, sin embargo autorizó el uso de esta columna por el Obispo Burbridge «debido a la importancia de la responsabilidad de votar con una conciencia bien formada.» La columna del Arzobispo Coakley volverá en el próximo número de Sooner Catholic.
Vivimos en un tiempo emocionante de avivamiento. En el Congreso Eucarístico Nacional y en las procesiones eucarísticas que se llevaron a cabo, participaron cientos de miles de católicos que nunca volverán a sentirse igual. El avivamiento continúa, y es muy necesario, especialmente en nuestros esfuerzos por defender la vida humana.
Jesús, verdaderamente presente en la Eucaristía, nos da la vida plena; nos llama a cada uno de nosotros a respetar ese don de la vida en cada persona. Si bien vivimos en una sociedad que con frecuencia rechaza a los débiles, frágiles o desamparados, ellos son los más necesitados de nuestro cuidado y protección. El papa Francisco nos recuerda que “cada niño no nacido, pero condenado injustamente a ser abortado, tiene el rostro de Jesucristo, tiene el rostro del Señor, que antes aún de nacer, y después recién nacido, experimentó el rechazo del mundo”.
La ley y millones de nuestros hermanos y hermanas aún no han reconocido esta realidad. Afortunadamente, ya no vivimos bajo el régimen de Roe vs. Wade, y nuestros funcionarios electos ahora están facultados para reducir o poner fin al aborto. Pero lo que vemos ahora es que cincuenta años de aborto prácticamente ilimitado han creado trágicamente una mentalidad nacional en la que muchos estadounidenses se sienten cómodos con cierto número de abortos. Esto permite que la industria del aborto continúe proporcionando cualquier cantidad de abortos. Dado este desafío, los obispos de los Estados Unidos han afirmado que, si bien es importante abordar todas las formas en que la vida humana está amenazada, el aborto sigue siendo nuestra máxima prioridad porque ataca directamente a nuestros hermanos y hermanas más vulnerables y sin voz y destruye más de un millón de vidas al año solo en nuestro país”.
De manera trágica, el aborto se ha convertido en la prioridad preeminente para otros también. Vemos a muchos políticos celebrando la destrucción de los niños no nacidos y protegiendo el acceso al aborto, incluso hasta el momento del nacimiento. Pocos líderes se están levantando para limitar el daño del aborto químico (píldoras abortivas) para las madres y los niños, que ahora es la forma más común de aborto. Y de cara a las elecciones de noviembre, hasta diez estados se enfrentan a iniciativas electorales perniciosas que consagrarían el aborto en sus constituciones estatales.
Hoy resuenan las palabras de san Juan Pablo II: “Estamos ante un enorme y dramático choque entre el bien y el mal, la muerte y la vida, la 'cultura de la muerte' y la 'cultura de la vida'... Todos nos vemos implicados y obligados a participar con la responsabilidad ineludible de elegir incondicionalmente en favor de la vida”.
Y por eso necesitamos un avivamiento de oración y acción: • Debemos renovar nuestro compromiso de luchar por la protección jurídica de toda vida humana, desde la concepción hasta la muerte natural, y votar por candidatos que defiendan la vida y la dignidad de la persona. • Debemos hacer un llamado para que se establezcan políticas que ayuden a las mujeres y a sus hijos necesitados, al mismo tiempo que continuamos ayudando a las madres en nuestras comunidades en los centros locales de ayuda para el embarazo y nuestra iniciativa nacional basada en la parroquia, Camina con madres necesitadas. • Del mismo modo debemos continuar extendiendo la mano de la compasión a todos los que sufren por su participación en el aborto, por medio de los ministerios de la Iglesia para sanación del aborto, tal como el Ministerio del Proyecto Raquel. • Lo más importante es que debemos volver a dedicarnos a la oración ferviente en nombre de la vida.
Invito a todos los católicos a unirnos en un esfuerzo concertado de oración entre ahora y nuestras elecciones nacionales, rezando diariamente la “Oración por la Vida a Jesús en el Santísimo Sacramento” de este Mes Respetemos la Vida:
Oh Jesús, viniste para que tengamos vida, y la tentamos en abundancia. Junto con el Padre y el Espíritu Santo nos formaste en el vientre de nuestra madre y nos llamas a amarte por toda la eternidad. La vida, el más valioso de tus dones, está siendo atacada; acércanos más a tu Presencia Real en la Eucaristía. Desvanece la oscuridad de la cultura de la muerte, porque eres la luz que brilla en la oscuridad, y la oscuridad no podrá vencerla. Por el poder de tu Presencia Eucarística, ayúdanos a defender la vida de cada ser humano en cada etapa. Transforma nuestro corazón para que proteja y atesore la vida de todos aquellos que son indefensos. Porque eres Dios, ahora y para siempre. Amén.
Que por las gracias de este avivamiento, podamos ser testigos, trabajar y votar para que todos los niños en el vientre materno sean protegidos por la ley y bienvenidos con amor, y que todas las madres y familias se fortalezcan con nuestro apoyo y acompañamiento.
Reverendísimo Michael F. Burbidge Obispo de Arlington Presidente Comité para las Actividades Pro-Vida de la USCCB
Para más información sobre Declaración del Mes Respetemos la Vida, respectlife.org.