Para todos lo que creían que el inicio del año nuevo traería consigo el fin inmediato de las pesadillas del 2020, la violencia que hizo erupción en el Capitolio sin duda hizo desaparecer esas esperanzas.
Somos una nación enojada, lastimada y profundamente dividida. Pero a pesar de ello, no podemos ser vencidos por el desánimo, la apatía y la desesperación. Este es un tiempo de esperanza y de una nueva determinación. Muchas veces encuentro fortaleza en las palabras de San Juan Pablo II al inicio de su pontificado, cuando alzando la voz dijo con confianza, “no tengan miedo”. Las palabras del Evangelio nos lo recuerdan de manera especialmente urgente el día de hoy: el miedo es inútil, lo que hace falta es confiar (Lc 8,50).
Una enorme confianza, enraizada en una fe firme que profesa que Jesucristo es el Señor de la historia, es precisamente lo que necesitamos en estos momentos. El 20 de enero seremos testigos de la toma de posesión de un nuevo presidente. Normalmente, la toma de posición en nuestra nación es un momento de fanfarria patriótica. Este año todo es más ambiguo. La toma de posesión del presidente Biden será la culminación de una de las elecciones más divisivas en la historia reciente.
Como católicos, como cristianos, nunca debemos poner nuestra confianza última en un sistema económico o un partido político. ¡Jesús es el Señor! Nuestra fidelidad a Jesús y a las enseñanzas de la Iglesia nos dejarán siempre sintiéndonos como extranjeros, porque “somos ciudadanos del cielo” (Fil 3,20). Es nuestro bautismo lo que nos da nuestra primera identidad, no nuestra afiliación política o incluso nacionalidad.
Somos hijos e hijas amados de Nuestro Padre Celestial y miembros del Cuerpo de Cristo. Y esto existe antes de nuestra afiliación como republicanos o demócratas, o nuestra identidad como americanos.
Sin embargo, por nuestra fe católica tenemos también responsabilidades como ciudadanos. Y las tomamos muy en serio. Nuestra fe y las enseñanzas de la Iglesia deben servirnos como guías confiables a la hora de hacer juicios políticos prudentes, tomar decisiones y llevar a cabo acciones como buenos ciudadanos en el día a día.
Sin duda que existen áreas en las cuales la administración entrante del Presidente Electo Biden simpatizará con algunas preocupaciones que tenemos como católicos, tales como el acceso a cuidado de salud, las necesidades de los jóvenes que califican para DACA, los migrantes o el cuidado de la creación, por ejemplo.
Pero la prioridad preeminente que los obispos norteamericanos han identificado – eliminar el aborto – se convertirá en un reto si la administración de Biden cumple sus promesas y sus propuestas de expandir el mal llamado derecho al aborto. Sería un escándalo especialmente grande si un presidente católico es responsable de estar al frente de la que podría ser la administración más pro-aborto que se haya visto en este país.
Podrían también existir muchos retos en nuestra libertad para practicar nuestra fe. Será muy importante que levantemos nuestras voces, y no solo a través del voto, sino trabajando con nuestro líderes cívicos, con los servidores electos y con otros ciudadanos para poder crear una sociedad más justa, que proteja y promueva la dignidad de cada vida humana, desde su concepción hasta su muerte natural.
Me animan las nuevas energías de muchos jóvenes que están dispuestos a hacer oír su voz en asuntos de vital importancia para la defensa de la santidad de la vida y la dignidad humana. Me gustaría animar de manera especial a nuestros jóvenes, para me acompañen a la próxima Misa por la Santidad de la Vida, el 20 de enero en la Catedral de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro y a través de una transmisión en vivo.
Dados los retos que enfrenta nuestra nación, hoy más que nunca es importante que alcemos nuestras voces y demos testimonio de la santidad de la vida de manera cívica y respetuosa. Se necesita más que activismo. Tenemos que asegurarnos que nuestras acciones estén fundamentadas en la oración y guiadas por la virtud, para que así den frutos de justicia.
Estamos en un momento crítico en la historia de nuestra nación. Les pido oración por nuestro nuevo presidente. Necesitará la sabiduría de Salomón para sanar nuestra nación dividida, una tarea que él mismo ha declarado que será unas de sus primeras prioridades. Vayamos adelante con fe y confianza. ¡No tengan miedo!