Desde mi llegada en el 2011, una de mis oraciones más persistentes ha sido por un nuevo Pentecostés para la Iglesia en el centro y el oeste de Oklahoma.
He pedido muchas veces que recemos por una nueva efusión del Espíritu Santo sobre el pueblo de nuestra arquidiócesis; para que podamos asumir nuestra misión apostólica de evangelizar y “salir a hacer discípulos”. En estos días que siguen a la celebración de Pentecostés, quisiera reflexionar sobre este nuevo Pentecostés y lo que significa para cada uno de nosotros.
San Pablo habla sobre la función que desempeña la abundante variedad de dones espirituales en la edificación de la Iglesia. Él dijo: “Hay diversidad de carismas, pero un mismo Espíritu; diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; diversidad de actuaciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos. A cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu para provecho común” (1 Cor 12, 4-7).
El Espíritu derrama abundantemente estos dones sobre la Iglesia para edificar el Cuerpo. Debido a que hemos sido bautizados en Cristo, todos podemos recibir estos dones y compartirlos para edificar la Iglesia de forma sobrenatural.
El ejemplo más claro de este tipo de efusión del Espíritu Santo se produjo el día de Pentecostés, cuando se les concedió a los Apóstoles el don de predicación para que las personas que hablaban diferentes idiomas pudieran entenderlos y convertirse en creyentes de Jesucristo. El Espíritu concedió a los Apóstoles este don extraordinario, no para su propio bien, sino para edificar la Iglesia y llevar a cabo la misión que se les había confiado de ir a hacer discípulos.
También pienso en el ejemplo de nuestro propio beato Stanley Rother. Después de superar las dificultades en el seminario debido a su incapacidad para dominar el latín, se convirtió en misionero y se le concedió el don y la capacidad de aprender y hablar no sólo el español, sino también Tzʼutujil, el dialecto maya nativo del pueblo donde servía. Este don y esfuerzo no eran para su propio bien, sino para permitirle acercar a muchas personas a la fe.
San Pablo también enumera otros carismas dados por Dios para edificar la Iglesia. Junto con las lenguas y la interpretación de lenguas, enumera palabras de sabiduría y ciencia, fe, curación, la realización de milagros, profecía y el discernimiento de espíritus. Más adelante, en el mismo capítulo, dice: “Dios puso en la iglesia primero apóstoles; en segundo lugar, profetas; en tercer lugar, maestros; luego, los milagros; después, el don de las curaciones, de asistencia, de gobierno, diversidad de lenguas”. ¡Qué abundancia tan impresionante!
Toda esta reflexión sobre los carismas y los dones del Espíritu se realiza en el marco de una reflexión sobre la Iglesia como Cuerpo de Cristo. Cada miembro de la Iglesia forma parte del Cuerpo de Cristo, y todos tenemos una función importante por desempeñar en la vida de la Iglesia.
Cuando un miembro sufre, todos sufrimos. Cuando un miembro es honrado, todos somos honrados. Para que el Cuerpo se desarrolle, cada parte del Cuerpo, cada miembro de la Iglesia debe vivir y actuar de acuerdo con el propósito que Dios le ha dado.
En este contexto, el mensaje de san Pablo resulta muy claro. Si dejamos que el Espíritu Santo viva y actúe en nosotros según los dones que nos ofrece, entonces la Iglesia crecerá, vivirá y se desarrollará. Cuando no vivimos y actuamos según los dones que nos da el Espíritu, la Iglesia sufre y se debilita.
Por lo tanto, rezamos por un nuevo Pentecostés. Necesitamos que muchas personas de esta arquidiócesis estén abiertas a los dones que el Espíritu quiere derramar sobre nosotros para edificar el Cuerpo de Cristo – la Iglesia – en Oklahoma.
El domingo de Pentecostés, gracias a la predicación de los Apóstoles, tres mil personas creyeron en Jesús y fueron bautizadas. Debido a que estos once hombres estuvieron abiertos a la obra del Espíritu Santo en sus vidas, tres mil personas pudieron conocer a Jesucristo.
Imagínese el impacto en nuestro mundo si los miles de católicos en Oklahoma estuvieran realmente abiertos a la acción del Espíritu en sus vidas. Imagínese cuántas personas conocerían la fe en Jesucristo si nos abriéramos a recibir y vivir de acuerdo con los dones que el Espíritu quiere darnos. Una vez más, los invito a orar conmigo por una nueva efusión del Espíritu Santo para un nuevo Pentecostés en Oklahoma.