Esta columna se publicó originalmente en 2016. Como esta edición de Sooner Catholic se publica el 21 de agosto, estaré nuevamente en peregrinación en el Camino de Santiago con el obispo Wall y el obispo Conley. Vamos por el camino francés esta vez desde Burgos (España) hasta O Cebreiro. Por favor oren por nosotros y a su vez nosotros estaremos orando por ustedes.
El 10 de agosto partí de Oviedo en España con mi amigo y compañero peregrino, el Obispo James Wall, a caminar el antiguo Camino Primitivo. Durante los siguientes catorce días cubrimos 212 millas al peregrinar siguiendo nuestro camino hacia Compostela. El Camino Primitivo es el más antiguo de la red de caminos de peregrinación que conforman el Camino de Santiago, que desde hace mil cien años han llevado a los peregrinos a la tumba de
Santiago el Mayor en la catedral de la ciudad que lleva su nombre, Santiago de Compostela.
En el cumplimiento de su mandato apostólico para anunciar el Evangelio a todas las naciones Santiago Apóstol viajo hasta el final del mundo conocido, todo el camino a Galicia en la Península Ibérica en lo que hoy es España.
Volvió a Jerusalén sólo para convertirse en el primero de los doce apóstoles en ser martirizado por el Evangelio de Jesucristo. Más tarde, sus restos mortales fueron llevados de vuelta a Galicia, donde fueron enterrados, olvidados y posteriormente vueltos a ser descubiertos.
Durante la Edad Media la peregrinación a Compostela para venerar las reliquias de este hijo de Zebedeo se convirtió en uno de los elementos que definen la noción de la Europa cristiana y la conciencia europea. Fue esta experiencia de peregrinación, entonces y ahora, la que le dio una expresión única y concreta a la unidad de los pueblos de diferentes naciones, lenguas y orígenes unidos a través de una expresión común de fe.
Al salir en nuestra peregrinación comenzamos a experimentar la impresionante belleza de los paisajes asturianos y gallegos, con sus imponentes montañas y profundos valles verdes. Me llamó la atención y me llenó de agradecimiento la oportunidad de caminar a través de este camino primitivo. Es uno de los Caminos a Compostela menos utilizado de las distintas vías que conducen a Santiago. En consecuencia se produjeron muchas oportunidades para estar a solas con Dios en oración y también simplemente para disfrutar de la gente que conocimos por los lugares que atravesábamos cada día. Un día o dos adentrado en el camino ofrecí una oración de alabanza y gratitud al Señor.
Fue algo como esto: “¡Soy muy afortunado! ¡Lo único que tengo que hacer hoy es caminar!” Pensé que este caminar era un alivio a las presiones y retos de mi vida diaria con sus desafíos administrativos, pastorales y personales. Pero unos días más en la experiencia del Camino, mientras se iban acumulando las millas las rodillas y los pies comenzaron a sentir los efectos de sólo caminar. ¡Mi reflexión y oración comenzaron a ser más una queja! “¡Lo único que tengo que hacer hoy es CAMINAR!” El Camino es un buen maestro.
En efecto, se me enseñó lecciones importantes. El camino no es sólo por llegar a nuestro destino.
El camino es el destino. La gracia está en el viaje. El camino es la vida. Una de esas lecciones importantes es la importancia de aprender a vivir en la gracia del momento presente en lugar de vivir en el pasado o preocuparse por el futuro. Es muy sencillo, pero no es fácil.
Me sorprendió una y otra vez la forma en que la providencia amorosa del Señor se manifestaba a lo largo del camino. Esto, por lo general, se producía de manera inesperada, encuentros y conversaciones con extraños y otros peregrinos. En una ocasión fue una señora mayor que vino en nuestra ayuda cuando habíamos perdido el camino. Fue al final de un día largo y necesitábamos un lugar para dormir. Ella pudo leer las expresiones de cansancio físico y la decepción en nuestras caras y nuestros cuerpos cansados y se encargó de subirnos a su pequeño coche y nos llevó de nuevo a una ciudad donde podíamos descansar por la noche y volver a empezar fresco a la mañana siguiente. Una y otra vez, era como si una presencia amorosa nos estuviera guiando y acompañando. De hecho así fue. El Camino es Jesús, que nos dice: “Yo Soy el camino, la verdad y la vida.”
El camino es aprender a caminar como y con Jesús: El Camino del Discipulado, El Camino de la Conversión, El Camino de la Comunión.
Es el Camino que conduce a la Santidad.
A través de los siglos han habido muchos santos que han recorrido el Camino de Santiago. Entre ellos algunos de los más conocidos son San Francisco de Asís y Santa Brígida de Suecia. Pero el camino no es principalmente para los santos. Es especialmente para los pecadores. A menudo, los peregrinos emprenden el Camino de Santiago como una manera de hacer penitencia por sus pecados. Un confesor podría enviar un penitente en peregrinación como penitencia por los pecados que él o ella confesó y para el cual él o ella había recibido la absolución en el sacramento de la Reconciliación. Empecé a encontrar que era fácil abrazar el aspecto penitencial del Camino al aceptar los pequeños dolores y dificultades del caminar diario como una expresión de penitencia por mis pecados pasados y de hecho por los males e injusticias de nuestro mundo de hoy.
Fue una experiencia de solidaridad con los sufrimientos y las luchas de nuestros hermanos y hermanas.
El camino es para santos y pecadores. Hoy en día parece que relativamente pocas personas que caminan del Camino de Santiago están caminando por motivos religiosos explícitamente. Nos encontramos con muchos de los
que reconocieron que son “espirituales, pero no religiosos”. Estos son los que están buscando. Como muchos de nosotros, puede que no sepan claramente lo que están buscando. No obstante, están siendo atraídos por la gracia, por una inquietud en sus corazones que sólo estará satisfecho cuando sus corazones encuentren descanso en el corazón de Jesús.
Una de las alegrías de mi camino fue el reconocimiento de la gracia en el trabajo en mi propia vida y en las vidas de otros peregrinos. Aun cuando podría parecer que estamos perdidos, Dios no nos pierde de vista a nosotros.
Recorriendo el Camino de Santiago es como estar sumergido en las aguas que fluyen de un gran río. Es el río de nuestra humanidad común creado por el Amor y creado para el amor. Llegamos a Santiago y celebramos la
finalización de nuestra peregrinación con una Misa en la Catedral y en la tumba de Santiago Apóstol. Es verdaderamente una experiencia profundamente conmovedora el reunirse en oración con estos compañeros peregrinos de todo el mundo y el ver nuestras oraciones subiendo al cielo como el incienso que brota del gran Botafumeiro, el enorme incensario de plata que cuelga del techo de la catedral y balancea como un péndulo de un lado al otro lado del santuario de esta gran iglesia.
El saludo más familiar intercambiado por los peregrinos cuando se reúnian entre sí es “Buen Camino”. Pero otra es quizás más punzante: “¡Ultreya!” O sea, “Adelante” ¡El camino no termina cuando el peregrino llega a Santiago!
Esperemos que la experiencia de la peregrinación haya preparado al peregrino para seguir viviendo la vida en el espíritu del camino, el Camino de Jesucristo. ¡Ultreya!