Los sacramentos al servicio de la comunidad
Nuestras vidas como discípulos enamorados, siguiendo y creciendo fielmente en nuestra intimidad con Cristo y dispuestos a compartirlo con otros, comienzan con los sacramentos de la Iniciación Cristiana. Bautismo, Confirmación y la Eucaristía abren nuestros corazones y nuestras vidas a una cercanía especial con Cristo y su apasionado amor por nosotros.
Esta iniciación sacramental a una vida de discipulado también es la primera respuesta que le damos a Dios y su llamado a cada uno de nosotros para vivir en santidad y dedicados a la misión. La santidad es vivir apasionadamente el amor de Cristo. Las vidas impulsadas por la misión comparten con los demás la vida de Cristo y su amor apasionado.
Esta es nuestra vocación, la de ser discípulos misioneros. Esta es nuestra primera y fundamental vocación. Estos sacramentos de iniciación son nuestra puerta al amor y el poder salvador de Dios en nuestras vidas.
Este don de la salvación de Dios es demasiado grande para guardarlo para uno mismo y Dios ha establecido formas de compartir esta salvación con los demás. Maneras que nos benefician a medida que nos esforzamos por ayudar a los demás. Estos caminos, estas vías para ayudar a otros en su salvación son los dos sacramentos que están al servicio de nuestra comunidad de amor; los sacramentos de las Ordenes Sagradas y el Matrimonio.
Estos sacramentos ayudan a edificar el Cuerpo de Cristo al expandir el número de esos discípulos enamorados de verdad con nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
A través de estos dos sacramentos de amor, los discípulos que viven su sacerdocio común reciben gracias especiales a través de sus consagraciones únicas al Cuerpo de Cristo: consagraciones nacidas del amor.
Aquellos que reciben el sacramento de las Órdenes Sagradas son consagrados en el nombre de Cristo "para alimentar a la Iglesia por la palabra y la gracia de Dios". Este servicio de alimentar el Cuerpo de Cristo con Cristo mismo como palabra y sacramento es un ejercicio del ministerio que Cristo confió a sus apóstoles. Al alimentar al rebaño con el poder del Espíritu Santo y de acuerdo con el Corazón de Jesús tan lleno de amor, los ordenados son los instrumentos de ese amor del Señor que fortalece al Cuerpo de Cristo.
El ministerio, especialmente el ministerio de aquellos que han recibido las Órdenes Sagradas en cualquiera de sus tres grados (obispo, sacerdote y diácono) solo puede ocurrir en, a través y con amor. Sin amor, no hay ministerio. Sin amor, no hay comunión. La ausencia de amor es una burla a la ordenación recibida.
Solo a través del amor puede ocurrir el verdadero pastoreo. Solo a través del amor puede el rebaño ver a Cristo en su pastor asignado. Solo a través del amor es que se puede lograr ser una comunidad. Solo a través del amor puede una comunidad transformarse de una mera parroquia a una familia de amor parroquial.
Necesitamos orar por nuestro arzobispo, cada sacerdote y cada diácono. Necesitamos orar por cada seminarista. Podemos hacer mucho bien pidiéndole a Dios que los ayude a convertirse en mejores instrumentos de su amor, para que puedan crecer en santidad y en mejores imágenes de un Cristo enamorado de su esposa, la Iglesia.
Aquellos que han celebrado el sacramento lleno de gracia del matrimonio entran en un pacto indisoluble de amor y vida entre ellos, un hombre y una mujer, y Dios que es amor. Ellos, en su amor, dan testimonio a la Iglesia y al mundo de la unidad indisoluble entre Cristo y su Iglesia. Cada pareja casada es una unión de amor apasionado y vida que tiene a Cristo en su centro. Ellos son la Iglesia doméstica. Realmente están respondiendo a un llamado que está al servicio de la comunidad.
El sacramento del matrimonio fortalece el vínculo de la pareja y eleva su amor a un nivel más allá de lo que nos podemos imaginar.
A través de este sacramento, la pareja se fortalece en Cristo para poder cumplir con sus deberes como esposo y esposa, padre y madre. Necesitamos orar por aquellos que están casados para que puedan crecer en Cristo.
Aquellos que responden a una vocación a las Sagradas Órdenes, y aquellos que responden a la vocación al Santo Matrimonio, comienzan como discípulos enamorados de Jesucristo. Ambos responden a un llamado adicional para compartir el amor que han encontrado en Cristo con un camino único, el servicio de comunidad. Oremos por todos ellos.