Cada vez que celebramos la ordenación de nuevos sacerdotes se nos presenta una oportunidad para reflexionar sobre el don y el misterio del orden sacerdotal en la vida de la Iglesia.
En esta época del año, mientras visito las parroquias de nuestra extensa arquidiócesis para conferir el Sacramento de la Confirmación, el relato impactante de Pentecostés se estremece profundamente en mi corazón.
Durante el reciente cónclave hubo intensas especulaciones (e incluso apuestas) sobre quién saldría al balcón de la Basílica de San Pedro después de que se disipara el humo blanco y sonara la solemne proclamación: “Habemus Papam”.
El tiempo de Pascua y la primavera son periodos en los que celebramos la nueva vida, así que resulta muy apropiado que hagamos una pausa en esta época del año para celebrar el Día de las Madres; que aunque no es una fiesta religiosa, es una buena ocasión y el tiempo adecuado para celebrar la vida que hemos recibido.
El misterio de la Resurrección de Jesucristo es más poderoso de lo que generalmente comprendemos o reconocemos, incluso para los cristianos. No se trata de un acontecimiento del pasado, sino de una realidad que sigue marcando nuestras vidas en la actualidad y es el misterio central de nuestra fe.
A estas alturas, supongo que la mayoría de nosotros nos hemos preguntado o nos han preguntado: “¿A qué estás renunciando en esta Cuaresma?” Este es un tema muy popular en los entornos católicos, en las familias católicas, en los grupos de amigos e incluso entre los sacerdotes.
El 5 de marzo iniciamos otro tiempo de preparación cuaresmal para la alegría pascual de la resurrección del Señor. Como cada año, el Miércoles de Ceniza marca el inicio de la Cuaresma con un gesto simbólico de humilde arrepentimiento al recibir la ceniza en la frente. Es un recordatorio de nuestra mortalidad.
El papa Francisco ha invitado a toda la Iglesia a celebrar un Año de Jubileo. Para todo el año 2025 se nos ha prometido una abundancia de bendiciones, un derrame excepcional de la bondad y la gracia de Dios.
El tema del Jubileo 2025 – “Peregrinos de Esperanza” – nos convoca a cada uno de nosotros y a toda la Iglesia a renovar nuestro compromiso con Jesucristo y entre nosotros, ya que juntos somos peregrinos.
Hay gente que prefiere la educación católica por muchas razones. Algunas familias la eligen por su excelencia académica y otras la eligen por la comunidad tan unida. Hay quienes la escogen para que sus hijos sean educados conforme a pautas morales que fomenten la virtud.
En pocas semanas el año 2024 llegará a su fin y nuestras bien planeadas celebraciones navideñas se fusionarán con nuestra espera del año nuevo, que nos ofrece un nuevo comienzo. Pero el 2025 no será solamente cualquier año nuevo, este nuevo año ¡es un año jubilar!
Mientras se acerca el Día de Acción de Gracias, muchos de nosotros recordamos la historia del primer Día de Acción de Gracias en América, cuando los peregrinos y la tribu Wampanoag se sentaron para celebrar un banquete, donde dieron gracias por todo lo que se les había dado y por lo que habían superado el año anterior.
En mis recorridos por la arquidiócesis, tengo la dicha de celebrar la Misa con muchos de nuestros discípulos más jóvenes. Me encanta conocer a estos estudiantes, a lo mejor durante una visita a la escuela o en alguna Confirmación. Estos estudiantes de secundaria y bachillerato me inspiran y me animan, pero sobre todo ¡me dan esperanza!
El Arzobispo Coakley se encontraba de viaje en el extranjero en el momento del último plazo de Sooner Catholic, sin embargo autorizó el uso de esta columna por el Obispo Burbridge «debido a la importancia de la responsabilidad de votar con una conciencia bien formada.» La columna del Arzobispo Coakley volverá en el próximo número de Sooner Catholic.
Aunque la pandemia del COVID-19 quedó atrás hace apenas pocos años, recordar esos momentos complejos y desconocidos puede provocar una fuerte reacción emocional.