En pocas semanas el año 2024 llegará a su fin y nuestras bien planeadas celebraciones navideñas se fusionarán con nuestra espera del año nuevo, que nos ofrece un nuevo comienzo. Pero el 2025 no será solamente cualquier año nuevo, este nuevo año ¡es un año jubilar!
Mientras se acerca el Día de Acción de Gracias, muchos de nosotros recordamos la historia del primer Día de Acción de Gracias en América, cuando los peregrinos y la tribu Wampanoag se sentaron para celebrar un banquete, donde dieron gracias por todo lo que se les había dado y por lo que habían superado el año anterior.
En mis recorridos por la arquidiócesis, tengo la dicha de celebrar la Misa con muchos de nuestros discípulos más jóvenes. Me encanta conocer a estos estudiantes, a lo mejor durante una visita a la escuela o en alguna Confirmación. Estos estudiantes de secundaria y bachillerato me inspiran y me animan, pero sobre todo ¡me dan esperanza!
El Arzobispo Coakley se encontraba de viaje en el extranjero en el momento del último plazo de Sooner Catholic, sin embargo autorizó el uso de esta columna por el Obispo Burbridge «debido a la importancia de la responsabilidad de votar con una conciencia bien formada.» La columna del Arzobispo Coakley volverá en el próximo número de Sooner Catholic.
Aunque la pandemia del COVID-19 quedó atrás hace apenas pocos años, recordar esos momentos complejos y desconocidos puede provocar una fuerte reacción emocional.
Cuando los obispos de los Estados Unidos iniciaron el Avivamiento Eucarístico hace más de dos años, queríamos provocar una mayor conciencia y valoración del gran don de la Eucaristía en toda nuestra nación.
Cuando celebramos la Eucaristía cada momento es importante. La liturgia de la Iglesia es el resultado de siglos de desarrollo, que nos permite alabar al Padre en Espíritu y en verdad al hacernos partícipes del sacrificio perfecto de Jesús en la Cruz.
Mientras vivimos estos años de Avivamiento Eucarístico en los Estados Unidos, se nos invita a redescubrir los fundamentos de nuestra fe eucarística y a experimentarlos de nuevo.
La manifestación definitiva de nuestra relación con Jesucristo se extiende a través de nuestras relaciones con los que nos rodean, especialmente con los más vulnerables y marginados de entre nosotros, desde los no nacidos o los moribundos hasta los que se enfrentan a la pobreza y los inmigrantes.
Es muy común que durante el Tiempo Pascual entonemos el Salmo 118 en la liturgia de la Iglesia. Es un canto de victoria que aclama la fuerza del Señor contra los opresores derrotados.
En el 2007, después de un sínodo de obispos, el papa Benedicto XVI escribió una exhortación apostólica para toda la Iglesia sobre el tema de la Eucaristía.